jueves, 30 de abril de 2015

¿Fe que salva o Fe de Demonios?


5653461643_religion_xlargePor: John MacArthurre2010-john

¿Cuáles cosas comprueban o no comprueban la autenticidad de una fe salvadora?

Las Iglesias de hoy están llenas de personas que tienen una fe que no salva. Santiago se refirió a esto como una “fe muerta” – que significa una profesión vacía (Santiago 2:17, 20, 26). Pablo instó a la iglesia de Corinto que se examinaran para verificar si verdaderamente estaban en la fe (2 Corintios 13:5). Así como fue importante en el día de Pablo, es importante que las personas en nuestras iglesias examinen su fe hoy y verificar si no han sido engañados.
¿Pero en donde empezamos? ¿Con qué criterio determinaremos la verdad contra la fe vacía? ¿Cuáles son las marcas distinguidas de una fe genuina y salvadora? Sorprendentemente, hay varios estándares o pruebas que no comprueban la autenticidad de la fe de uno modo o del otro. Entonces antes de ver las pruebas que comprueban la fe genuina, veamos algunos de los exámenes populares que ni comprueban ni desaprueban la autenticidad de la fe de alguien.
Aquí hay una lista de siete condiciones que no comprueban ni desaprueban la autenticidad de una fe salvadora. Uno puede ser un cristiano y tener estas cosas o uno puede no ser cristiano y todavía tenerlas. Mientras no desaprueban o comprueban la fe de uno, es importante conocerlos y entenderlos para que no sea engañado.
Siete condiciones que no comprueban ni desaprueban una genuina fe salvadora:
1.     Moralidad Visible
Hay algunas personas que parecen ser buena gente. Pueden ser religiosos, morales, honestos, y fieles en sus tratos con otros. Pueden parecer ser agradecidos, amorosos, cariñosos y compasivos hacia otras personas. Tienen virtudes visibles y moralidad externa. Los fariseos en los días de Jesús descansaban en su moralidad visible como su confianza y aun algunas de las palabras más duras de Cristo fueron dirigidas a ellos por esta misma razón.
Muchos que poseen moralidad visible conocen nada del amor sincero de Dios. Las buenas obras que parecen poseer, no conocen nada de servir el verdadero Dios y el vivir para su gloria. Cualquier cosa que una persona hace o no hace no involucra a Dios. Son honestos en sus tratos con otros pero no con Dios. No roban a otros – pero a Dios sí. Son agradecidos y leales con todos – menos con Dios. No hablan de otros con desdén ni reproche – pero sí de Dios. Tienen buenas relaciones con todos – pero no con Dios. Son como el joven rico quien dijo, “Todo esto lo he guardado desde mi juventud”. El enfoque de ellos es en su moralidad visible, pero esa moralidad visible no necesariamente significa salvación. Jesús le dijo a uno de los fariseos que tiene que ser nacido de nuevo (Juan 3:6), no ponerse una externa moralidad. La gente puede cambiar su vida por la reformación pero no por la regeneración – entonces la reformación no es marca de una fe salvadora.
2.    Participación religiosa 
Participación religiosa no es
necesariamente una prueba de una fe verdadera. De acuerdo con Pablo hay gente que posee una forma de piedad externa pero que han negado su poder. Tienen una forma de religión vacía. Jesús ilustra esto cuando contó la historia de las vírgenes en Mateo 25. Ellas esperaron y esperaron y esperaron la llegada del novio, quien es Cristo. Y aunque esperaron todo ese tiempo, no pudieron entrar cuando él vino. Tenían todo bien menos aceite para sus lámparas. No tenían lo más necesario. El aceite es probablemente emblemático de una nueva vida; la morada del Espíritu Santo. No eran regeneradas. Tenían participación religiosa pero no eran regeneradas. Una persona puede ser visiblemente moral, conocer la verdad, estar involucrado religiosamente, y aun no poseer una genuina fe salvadora.
3.    Conocimiento intelectual
Otra condición que puede ser engañosa es el conocimiento intelectual. La gente puede poseer un conocimiento y entendimiento intelectual de la verdad y aun no ser salvo. Mientras que un entendimiento de la verdad es necesario para la salvación, y una moralidad visible es un fruto de la salvación, ninguna de estas condiciones solas se traduce en una verdadera fe salvadora. La gente puede saber todo sobre Dios, todo sobre Jesús, quien Él fue, que Él vino a este mundo, que Él murió en la cruz, que Él fue levantado de los muertos, que Él regresara otra vez, y hasta más detalles sobre la vida de Cristo – y todavía voltear su espalda contra Él.
Esto es lo que el escritor de Hebreos les advertía en Hebreos 6:4-6. Había mucha gente en la iglesia que conocía todo sobre Dios y entendían las verdades del evangelio. Hasta habían tenido una experiencia con la verdad del evangelio. Ellos habían visto el ministerio del Espíritu Santo en la vida de otros – y aun conociendo todo esto, enfrentaban el gran peligro de voltear contra Cristo, rechazándolo.
En Hebreos 10 el autor le advertía a esta clase de persona que él estaba pisando la sangre de Cristo por no creer en lo que él conoce ser verdad. ¡Hay mucha gente que conoce las Escrituras pero están en camino al infierno! Un hombre no puede ser salvo sin el conocimiento de la verdad, pero poseer ese entendimiento solamente no salva.
4.    Ministerio activo
Es posible tener un ministerio activo y publico, y aun no tener una genuina fe salvadora. Balam era un profeta que al final fue falso (Deuteronomio 23:3-6). Saulo de Tarso (luego conocido como el apóstol Pablo) pensó que estaba sirviendo a Dios matando a cristianos. Judas fue un predicador publico y uno de los doce discípulos de Cristo – pero fue apostata. En Mateo 7:22-23 Jesús dijo, “Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Y entonces les declararé: ‘Jamás os conocí; Apartaos de mi, los que practicáis la iniquidad’”. Aquellos de quien Jesús hablaba estuvieron involucrados activamente y públicamente en el ministerio – pero Jesús dijo que nunca los conoció.
5.    Convicción de pecado
Hasta la convicción de pecado no es prueba de la salvación. Nuestro mundo esta lleno de personas que se sienten culpables. Muchos hasta se sienten mal por su pecado. Félix tembló por la convicción que sentía cuando el apóstol Pablo predico en su presencia, pero nunca dejo sus ídolos ni se arrepintió (Hechos 24:24-26). El Espíritu Santo trabaja para convencer a los hombres de sus pecados e injusticia, pero muchos no responden con arrepentimiento verdadero. Muchos pueden confesar sus pecados y hasta abandonar los pecados de los cuales se sienten culpables. Ellos dicen, “No me gusta vivir de esta manera. Quiero cambiar.” Ellos arreglan sus caminos pero aun siguen cortos de la genuina fe salvadora. Esa es reformación externa, no regeneración interno. Ningún grado de convicción de pecado es evidencia conclusiva de una fe salvadora. Hasta los demonios son convencidos de sus pecados – por eso tiemblan – pero no son salvos.
6.     El sentirse seguro
Sentir que eres salvo no es garantía que sí lo eres. Alguien puede decir, “Pues, yo soy cristiano porque me siento como cristiano. Creo que sí soy”. Pero eso es un razonamiento defectuoso. Si pensar que uno es cristiano es lo que le hace cristiano, entonces nadie puede ser engañado. Y entonces, por definición, no sería posible ser un cristiano engañado, y eso no estaría de acuerdo con el punto de la decepción de Satanás. Él quiere que la gente que no es salva crea que es salva. Satanás ha engañado a millones y millones de personas religiosas en pensar que verdaderamente son salvas aunque no lo son. Ellos pueden decirse a ellos mismos, “Dios no me condenara. Yo me siento bien de mí mismo. Yo tengo seguridad. Estoy bien”. Pero no necesariamente quiere decir eso.
7.    Un tiempo de decisión
Muy seguido las personas dicen cosas como estas: “Yo se que soy cristiano porque me acuerdo cuando firme la cartita”, o “Yo me acuerdo cuando hice la oración”, o “Yo me acuerdo cuando caminé por el pasillo” o “pase al frente en mi iglesia”. Una persona se puede acordar exactamente cuando sucedió y en donde estaban cuando “eso” paso, pero no necesariamente quiere decir algo. Nuestra salvación no es verificada por un momento ya pasado. Mucha gente ha repetido oraciones, pasado al frente en servicios de la iglesia, firmado cartitas, entrado en los cuartos de oración, han sido bautizados, y hasta son parte de una iglesia sin nunca haber experimentado la verdadera fe.
Estas son siete condiciones o pruebas que no necesariamente comprueban o desaprueban la existencia de una fe salvadora. ¿Entonces cuales son las marcas de una fe genuina? ¿Habrá exámenes fiables en la Palabra de Dios que nos permiten conocer verdaderamente si nuestra fe es real? Afortunadamente, hay como mínimo nueve criterios bíblicos para examinar la autenticidad de una fe salvadora.
Nueve condiciones que comprueban una fe salvadora genuina:
1. Amor por Dios
Primeramente un amor profundo y duradero por Dios es una de las supremas evidencias de una fe salvadora genuina. Esto llega hacia al corazón del problema. Romanos 8:7 dice: “ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo.” Entonces, si el corazón del hombre está en enemistad con Dios, no hay basis para asumir que es un corazón salvo. Aquellos que verdaderamente son salvos aman a Dios, pero aquellos quienes no son verdaderamente salvos, odian a Dios y su soberanía. Internamente están en rebelión contra Dios y Su plan para sus vidas. Pero la persona regenerada está enfocada en amar al Señor con todo su corazón, alma, mente y fuerzas. Encuentra su delicia en las excelencias infinitas de Dios. Dios es el primer y más alto amor en su alma renovada. Dios se convierte en su más alta felicidad y la fuente de su satisfacción. Él busca de Dios y está sediento por el Dios viviente.
Por cierto, debemos tener cuidado de poder distinguir la diferencia entre un amor por Dios que busca Su gloria del amor egoísta que solo ve a Dios como su primordial fuente de ganancia y llenura personal. Una verdadera fe salvadora no cree en Cristo para que Cristo lo haga feliz. El corazón que verdaderamente ama a Dios desea agradar a Dios y glorificarle. Jesús enseño que si alguna persona amaba a su padre o madre más que a Cristo, no eran dignos de Él. En Mateo 10:37-39 Jesús dice: “El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí. Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que ha hallado su vida, la perderá; y el que ha perdido su vida por mi causa, la hallará.”
Entonces la pregunta es: ¿Amas a Dios? ¿Amas su naturaleza? ¿Amas su gloria? ¿Amas Su nombre? ¿Amas Su reino? ¿Amas Su santidad? ¿Amas Su voluntad? ¿Se levanta tu corazón cuando cantas de Sus alabanzas porque lo amas? Un amor supremo por Dios es evidencia de una fe verdadera.
2. Arrepentimiento de pecado
Un amor por Dios apropiado necesariamente involucra un odio por el pecado que lo lleva al arrepentimiento. Esto debe ser obvio. ¿Quién no entendería eso? Si verdaderamente amamos a alguien, buscamos sus mejores intereses. Su bienestar es nuestra mayor preocupación. Si un hombre le dice a su esposa, “Te amo pero no tengo el menor interés en lo que te vaya a suceder”, con mucha razón podríamos cuestionar su amor por ella. El amor verdadero busca el mejor bien de su objeto. Si decimos que amamos a Dios, entonces odiaremos todo lo que le ofende a Él. El pecado blasfema a Dios. El pecado maldice a Dios. El pecado busca a destruir el trabajo de Dios y su reino. Entonces cuando alguien dice, “Te amo, pero tolero el pecado”, entonces hay razón de cuestionar la autenticidad de su amor por Dios. Uno no puede amar a Dios sin odiar lo que quiere destruirlo. Amor verdadero por Dios se manifestará en la confesión de pecados y el arrepentimiento. El hombre que ama a Dios se entristece al ver su pecado y quera confesarlo a Dios y abandonarlo.
En examinar nuestra fe debemos preguntar: “¿Tengo una firme convicción hacia la maldición de todo pecado? ¿Aparece el pecado a mí como malo y amargo así como verdaderamente lo es? ¿Crece mi convicción de pecado así como crezco en mi relación con Cristo? ¿Odio el pecado primordialmente porque arruina mi propia alma o porque es una ofensa al Dios quien amo? ¿Me entristece el pecado en sí o me entristecen las consecuencias de mi pecado? ¿Me entristece más mi desdicha o mi pecado? ¿Mis pecados parecen ser muchos, frecuentes e irritantes? ¿Me encuentro entristecido por mi pecado o por el pecado de otros?” Una genuina fe salvadora ama a Dios y odia el pecado que Él odia. Esa actitud resulta en arrepentimiento verdadero.
3. Humildad genuina
Fe salvadora se manifiesta en humildad genuina. Jesús dijo bienaventurados los pobres en espíritu, y los que lloran [por su pecado], y los humildes, y los que tienen hambre y sed de justicia (Mateo 5:3-6) – todas son marcas de humildad. En Mateo 18 Jesús dice que “si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3). Una verdadera fe salvadora viene como un niño – humilde y dependiente. No es un hombre egoísta que es salvo, pero un hombre que se niega a sí mismo, toma su cruz diario y sigue a Cristo (Mateo 16:24).
En el Antiguo Testamento vemos que el Señor recibe a aquellos que vienen con un espíritu quebrantado y contrito (Salmo 34:18; 51:17; Isaías 57:15; 66:2). Santiago escribió: “Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes” (Santiago 4:6). Debemos venir como el hijo prodigo, quebrantado y humilde. Acuerde lo que le dijo a su padre: “Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo” (Lucas 15:21). Aquellos que poseen una fe salvadora genuina no vienen jactándose ante Dios con sus logros religiosos o espirituales en mano. Vienen con manos vacías en humildad genuina.
4. Devoción a la Gloria de Dios
Una verdadera fe salvadora se manifiesta en una devoción a la gloria de Dios. Cualquier cosa que hagan los creyentes, sea comer o beber, su deseo es que Dios sea glorificado. Cristianos hacen lo que hacen porque quieren traer gloria a Dios.
Sin duda cristianos fallan en cada una de estas áreas, pero la dirección de la vida de un cristiano es amar a Dios, odiar el pecado, vivir en humildad y negarse a sí mismos, reconociendo su indignidad y siendo devotos a la gloria de Dios. No es la perfección de la vida de uno pero la dirección de su vida que provee evidencia de regeneración.
5. Oración constante
Oración humilde, sumisa y con fe es una marca de una fe verdadera. Clamamos “Abba, Padre” porque el Espíritu nos insta a clamar. Jonathan Edwards una vez predicó un sermón titulado, “Hipócritas son deficientes en el deber de la oración secreta”. Es verdad. Hipócritas pueden orar públicamente, porque eso es lo que hipócritas quieren hacer. Su deseo es impresionar a la gente- pero son deficientes en el deber de la oración secreta. Verdaderos creyentes tienen una vida de oración personal y privada con Dios. Ellos regularmente buscan comunión con Dios por medio de la oración.
6. Amor desinteresado
Una característica de una genuina fe salvadora es el amor desinteresado. Santiago escribió, “Si en verdad cumplís la ley real conforme a la Escritura: Amaras a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis” (Santiago 2:8). Juan escribió, “Pero el que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano en necesidad y cierra su corazón contra él, ¿cómo puede morar el amor de Dios en él” (1 Juan 3:17)?
Si usted ama a Dios usted no solo odiara lo que le ofende a Él, pero también amará a los que Él ama. “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en muerte” (1 Juan 3:14). ¿Por qué es que amamos a Dios y a otros? Porque esta es la respuesta de un creyente al amor que Él tiene para con nosotros. “Nosotros amamos, porque Él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Jesús dijo que conoceremos a Sus discípulos por el amor que tenemos el uno al el otro (Juan 13:35).
7. Apartados del mundo
Positivamente, creyentes son marcados por el amor por Dios y por otros. Negativamente, el cristiano es caracterizado por la ausencia de amor para el mundo. Verdaderos creyentes no son los que son gobernados por un amor hacia el mundo, pero por su amor y devoción para con Dios y su reino.
En 1 Corintios 2:12 Pablo escribió que “hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente”. En 1 Juan 2:15 dice: “No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”. Una verdadera fe salvadora lo separa a uno de las cosas del mundo – no perfectamente, porque todos fallamos en estas áreas, pero la dirección en que la vida del creyente va es hacia arriba. Él siente la jalada del cielo en su alma. Cristianos son aquellos quienes Dios a liberado del poder de la oscuridad y a transmitido al reino de Su Hijo. El creyente es marcado por la ausencia de amor o la esclavitud del control satánico sobre el sistema del mundo (Efesios 2:1-3; Colosenses 1:13; Santiago 4:4).
8. Crecimiento espiritual
Verdaderos cristianos crecen. Cuando Dios empieza un verdadero trabajo de salvación en una persona, Él la termina y perfecciona. Pablo expresa esta garantía cuando escribió en Filipenses 1:6, “Estando convencido precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús”.
Si usted es un verdadero cristiano, usted estará creciendo – eso quiere decir que usted será más y más como Cristo. La vida se produce a sí misma. Si usted esta vivo usted va a crecer, no hay otro modo. Usted va a mejorar. El Espíritu le llevará hacia la gloria de un nivel a otra. Entonces examínese. ¿Ve crecimiento espiritual en su vida? ¿Ve la frecuencia del pecado decayendo? ¿Hay un aumento en su patrón de justicia y devoción a Dios?
9. Obediencia
Una vida obediente no es una opción para la vida de una creyente. Todos los creyentes verdaderos son llamados a una vida de obediencia. Jesús enseñó que cada rama que permanece en Él da fruto (Juan 15:1-8). Pablo escribió que los creyentes “somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas” (Efesios 2:10). Eso se refiere de la obediencia. Nosotros somos salvos a la obediencia de fe (vea 1 Pedro 1:2).
¿Cómo podemos saber si nuestra fe es genuina? Examine su vida en la luz de la Palabra de Dios. ¿Ve estas características en su vida? ¿Tiene un amor por Dios, odio hacia el pecado, humildad, devoción a la gloria de Dios, un patrón de oración personal y privado, amor desinteresado, separación del mundo, la evidencia de crecimiento espiritual y obediencia? Todas estas son evidencia de una verdadera fe que salva.

Biografía de Martyn Lloyd-Jones

Estas son las notas de la clase de Escuela Dominical que compartí con nuestra iglesia el domingo 24 de Junio.
En la mañana de hoy tengo el privilegio de compartir con Uds. la biografía de uno de mis héroes en la fe: el Dr. Martyn Lloyd-Jones, a quien algunos consideran el más grande predicador del siglo XX.
En el año 1983 cayeron en mis manos los dos tomos de exposiciones en el Sermón del Monte, y más o menos para esa misma época el libro Depresión Espiritual. Leyendo sus mensajes poco a poco me fui dando cuenta que Lloyd-Jones no solo me abría las Escrituras, sino también una ventana a través de la cual podía ver mi propia alma, así como las almas de aquellos a quienes debía ministrar como pastor.
De esa manera Lloyd-Jones se fue convirtiendo en una especie de punto de referencia para mí y creo que ha sido el predicador con el que más me he identificado y que más influencia ha ejercido sobre mi propia vida y predicación. Así que al compartir su biografía en la mañana de hoy estoy pagando un tributo de honra al que merece honra. Aparte de eso, creo que de la vida de ML-J se pueden extraer lecciones sumamente edificantes para todo el pueblo de Dios, como veremos en un momento.
Su niñez
David Martyn Lloyd-Jones nació casi a punto de concluir el siglo XIX, el 20 de diciembre de 1899 en la ciudad de Cardiff, al sur de Gales, 7 años después de la muerte de Spurgeon, y dos días antes de la muerte de Moody.
Cuando Martyn tenía cinco años de edad sus padres se mudaron a la pequeña villa de Llangeitho. Esta villa había sido testigo de grandes avivamientos en el pasado reciente entre los metodistas calvinistas; pero en los días de Lloyd-Jones la iglesia había caído en un estado de sopor espiritual. Hablando acerca del pastor de la iglesia a la que ellos asistían como familia, Lloyd-Jones dijo una vez que era “un hombre moral y legalista… Yo no recuerdo que alguna vez haya predicado el evangelio, y ninguno de nosotros tenía una idea de lo que era el evangelio”[i].
A principios de 1910, cuando Lloyd-Jones tenía 11 años, la casa paterna se incendió durante la noche, y tanto él como sus dos hermanos, Harold y Vincent, estuvieron a punto de morir. En ese incidente la mayor parte de los bienes familiares se perdieron y Henry Lloyd-Jones, el padre de Martyn, cayó en bancarrota. Esto cargó profundamente el corazón de Lloyd-Jones, convirtiéndolo en un joven muy serio y determinado a tener éxito en su vida profesional. Él mismo diría más adelante que nunca tuvo una adolescencia[ii].
Tratando de encontrar alguna forma de sustento, Henry Lloyd-Jones se mudó a Canadá con la esperanza de llevarse luego a su familia. Pero al no encontrar trabajo decidió regresar, solo que en vez de dirigirse a Gales, se fue a la ciudad de Londres. Martyn fue enviado entonces a reunirse con su padre el verano de 1914 para servirle de ayuda.
Este fue un tiempo muy difícil para ellos. La situación económica era tan apremiante que Lloyd-Jones describe esta época de su vida como llena de desaliento y depresión: “Teníamos incontables desilusiones – dice él. Mi padre y yo, para ahorrar dinero, caminábamos y caminábamos y caminábamos”[iii]. Finalmente, el padre pudo hacerse de un negocio y la familia volvió a estar junta una vez más.
Entre 1914 y 1916 Lloyd-Jones concluyó sus estudios de bachillerato y a los 16 años de edad fue admitido en la carrera de medicina. Pasó sus exámenes de admisión con tanta excelencia que fue admitido en el prestigioso Hospital de St. Bartholomew, a pesar de ser tan joven. Este hospital era para la comunidad médica lo que Oxford era para la comunidad intelectual. A los 21 años se graduó de cirujano (aunque como era tan joven tuvo que esperar para graduarse). Su capacidad era tal que Sir Thomas Horder, médico de la corona y uno de los más eminentes doctores de la época, lo empleó como su  asistente. Horder dijo de él que era “el pensador más agudo que alguna vez haya conocido”[iv].
Conversión y llamamiento al ministerio
En lo tocante a su vida espiritual, tanto Martyn como sus dos hermanos habían profesado la fe en la iglesia Metodista Calvinista de Llangeitho, antes de mudarse a Londres en 1914. Y una vez establecidos allí, continuaron asistiendo a una iglesia de la misma denominación, la Capilla de Charing Cross, donde Martyn Lloyd-Jones llegó a ser el Superintendente de la Escuela Dominical a los 18 años de edad.
Sin embargo, al cumplir los 20 Lloyd-Jones se dio cuenta que realmente no era cristiano. En su libro “La predicación y los predicadores”, dice lo siguiente al respecto: “Durante muchos años creí que yo era cristiano cuando en realidad no lo era. Llegó un momento en que me di cuenta de que nunca había sido cristiano y me convertí. Pero había sido miembro de una iglesia y asistía a mi Iglesia y a sus cultos regularmente. Por tanto, cualquiera que diera por sentado, como hicieron la mayoría de los predicadores, que yo era cristiano estaba haciendo una suposición falsa. Esa no era una verdadera evaluación de mi estado. Lo que yo necesitaba era una predicación que me convenciera de pecado y que me hiciera ver mi necesidad y me llevara a un verdadero arrepentimiento y me enseñara algo de la regeneración. Pero yo nunca había oído hablar de esto”[v].
Todo eso cambió en algún punto entre 1921 y 1923. El Espíritu de Dios trajo tal convicción sobre él de la veracidad del cristianismo que de inmediato se sintió compelido a predicar el evangelio. En 1925, Lloyd-Jones fue invitado a hablar en una sociedad literaria y de debates, donde dio un discurso titulado “La Tragedia del Gales Moderno” y en el cual mostró la sorprendente capacidad de análisis, que luego sería tan evidente en su predicación. La prensa lo alabó como uno de los galeses más brillantes de Londres y algunos comenzaron a preguntarse si la práctica de la medicina era el lugar más apropiado para él. Lo que ellos no sabían era que el mismo Lloyd-Jones ya había tomado una decisión al respecto.
A la Capilla de Charing Cross también asistía Tom Phillips, un oftalmólogo muy famoso cuya hija, Bethan, estaba a punto de graduarse como médico. Desde la primera visita que Lloyd-Jones hizo a esa iglesia años atrás había puesto sus ojos en ella. Lloyd-Jones tenía la preocupación de que Bethan lo rechazara cuando le confiara los planes que tenía de dejar la medicina para dedicarse al ministerio; pero para sorpresa suya ella no puso ninguna objeción.
Unos 3 meses antes de su boda, Martyn Lloyd-Jones había sido invitado a predicar en la Iglesia de Bethlehem Forward Mission, en Sandfields, Averabon, al sur de Gales; y quedaron tan impactados por la claridad, el poder y la lógica de su mensaje, que no solo le pidieron que los visitara de nuevo, sino que finalmente le solicitaron que fuera su pastor; invitación que Lloyd-Jones aceptó.
Esa decisión causó tanta sorpresa, que fue comentada en varios periódicos londinenses. Mucha gente no podía entender cómo un profesional, con un futuro tan brillante, había tomado la decisión de venir a ser el pastor de una iglesia ubicada precisamente en el poblado de Sandfields, con muy poco nivel educativo y con una muy mala reputación moral. Alguien escribió en esa época que Sandfields era un lugar para “el jugador, la prostituta y el publicano”[vi]. Sin embargo, allí se fueron Martyn y Bethan luego de su luna de miel a principios de 1927.
Al inicio de su ministerio algunos ministros ordenados de la iglesia Presbiteriana se sentían recelosos por el hecho de que Lloyd-Jones no tenía ninguna preparación teológica formal. Mientras que los médicos locales tampoco estaban muy contentos porque pensaban que él había ido allí a mostrar su superioridad y arrebatarles a sus pacientes. Pero poco a poco los prejuicios comenzaron a desvanecerse y la iglesia comenzó a crecer. Hombres y mujeres reconocidos por su impiedad eran convertidos por el poder del Espíritu de Dios, mientras Lloyd-Jones se dedicaba a predicar expositivamente la Palabra de Dios, versículo por versículo.
Siendo galés de nacimiento, Lloyd-Jones conocía muy bien el carácter emotivo de los galeses, algo que muchos predicadores aprovechaban predicando con un estilo muy emocional para lograr supuestas conversiones que generalmente no duraban mucho tiempo. Pero a diferencia de ellos, Lloyd-Jones no comenzaba con las emociones de sus oyentes, que son fácilmente manipulables, sino con sus cabezas; él sabía que si quería ver verdaderos frutos de conversión la mente debía ser alcanzada primero.
Nunca contaba chistes desde el púlpito, ni utilizaba anécdotas personales, sino que basaba sus sermones en exponer exclusivamente lo que enseñaban los textos bíblicos que exponía. Él estaba convencido de que la clase obrera poseía la capacidad de sostener un debate lógico y bíblico. De manera que la membrecía no sólo creció numéricamente, sino también en madurez espiritual y en el número de hombres que posteriormente llegarían a ser pastores.
Durante los 11 años que duró su ministerio en Averabon la iglesia experimentó un crecimiento sorprendente, sobre todo entre los años 1930 y 1931. De igual manera Lloyd-Jones era cada vez más solicitado como predicador, no solo en el Reino Unido, sino también en los EUA y Canadá, y muchos comenzaron a ver en él un modelo de predicación.
Atendiendo a una de esas invitaciones, en Diciembre de 1935 Lloyd-Jones predicó en el Albert Hall, en Londres, y durante su mensaje enfocó los problemas bíblicos que él veía en muchas de las técnicas que se usaban para el evangelismo en aquellos días: “¿Pueden muchos de los métodos de evangelismo que se introdujeron hace unos cuarenta o cincuenta años realmente justificarse por la Palabra de Dios? Cuando leo sobre la obra de los grandes evangelistas en la Biblia, veo que ellos no estaban primeramente preocupados por los resultados; ellos se ocupaban en proclamar la palabra de verdad. Ellos dejaron el crecimiento (al Señor). Ellos estaban interesados sobre todo en que las personas fuesen puestas cara a cara con la propia verdad”[vii].
Ministerio en Westminster
Una de las personas que se encontraba presente aquella noche era un anciano de 72 años llamado George Campbell Morgan, pastor de Westminster Chapel, y probablemente el predicador más reconocido de la época. Para ese tiempo Campbell Morgan estaba buscando un sucesor. Así que dos días después de escucharlo predicar, Lloyd-Jones recibió una invitación para predicar en Westminster Chapel el último domingo de ese mismo mes de Diciembre de 1935. Esa fue la primera vez que Lloyd-Jones predicó en esta iglesia de la que luego sería su pastor por casi 30 años. Unos meses más tarde, en Abril de 1936, también fue invitado a predicar en el Tabernáculo Metropolitano, la iglesia de la que Spurgeon fue pastor hasta su muerte en 1892.
Para esa época Lloyd-Jones había recibido la oferta de ser el rector de un Seminario Teológico en Gales. Pero finalmente decidió irse a trabajar con Campbell Morgan en Westminster Chapel en 1938. Al principio pastoreó conjuntamente con Campbell Morgan. Pero cuando estaba a punto de estallar la Segunda Guerra Mundial, Lloyd-Jones asumió plenamente el ministerio pastoral de la congregación.
Fue un período muy difícil para Inglaterra, tanto en sentido económico como emocional, que también afectó a los miembros de la iglesia. Pero aún así continuaron llevando a cabo sus servicios los domingos casi con normalidad. Debido a que el edificio de la iglesia estaba situado muy cerca del Palacio de Buckingham y otros edificios importantes del gobierno, constantemente estaban en peligro de ser alcanzados por el bombardeo de los alemanes. En 1944, una bomba explotó a unos pocos metros del edificio, cubriendo al predicador y a la congregación de polvillo blanco. Un miembro de la congregación abrió sus ojos después del estampido, y cuando vio que todos estaban cubiertos de blanco ¡creyó que había llegado al cielo!
Un ministerio más amplio
A pesar de las dificultades de la guerra, Lloyd-Jones estuvo envuelto en la fundación de varias instituciones importantes que le dieron un alcance mucho más amplio a su ministerio.
La primera fue la creación de la Biblioteca Evangélica, en 1943. Esta Biblioteca posee una historia sumamente interesante que ilustra la manera extraordinaria como Dios obra para la expansión de Su reino en el mundo.
En 1903, un hombre llamado Geoffrey Williams conoció al Señor en una iglesia Bautista en la que el pastor citaba frecuentemente El Progreso del Peregrino y otros libros de autores puritanos que no se habían vuelto a reimprimir por más de 200 años.
Con el deseo de crecer en su fe, Williams comenzó a adquirir libros, sobre todo de la época del puritanismo, y andando el tiempo tenía una biblioteca bastante grande que él puso a disposición de sus amigos. El número de personas interesadas se fue incrementando, así como el número de libros, de tal manera que para 1928 la biblioteca de Williams poseía unos 20,000 ejemplares.
Al principio operaba en el garaje de su casa, pero luego tuvo que mudarse a un pequeño edificio, a 12 millas al sur de Londres. Como la ubicación no era muy buena, la Biblioteca ya no era tan visitada y Williams comenzó a sentirse desanimado. Pero en 1938 providencialmente conoció a un señor que era miembro de la Capilla de Charing Cross, la iglesia de la que ML-J había sido miembro en su juventud. Y él le recomendó que le planteara su dificultad al Doctor (como era conocido ya).
Cuando Lloyd-Jones conoció la Biblioteca quedó profundamente impresionado por la enorme cantidad de libros buenos que este hermano había logrado reunir, pero le recomendó a Williams que buscara una ubicación más estratégica. Finalmente la Biblioteca Evangélica abrió sus puertas el lunes 15 de Enero de 1945 en la ciudad de Londres. El alcance que esto tuvo en la providencia de Dios es sencillamente imposible de cuantificar, como veremos en un momento.
La segunda institución que Lloyd-Jones ayudó a crear fue la Confraternidad de Westminster. Un grupo de pastores de no más de una docena, comenzaron a reunirse en Westminster Chapel, en 1941, para tratar aspectos prácticos del ministerio. Con el paso de los años este grupo comenzó a crecer y un considerable número de pastores jóvenes comenzaron a ser profundamente influenciados por él. Como bien ha dicho alguien: “Su vasta experiencia, su profunda sabiduría y su sentido común ayudaron a muchos ministros jóvenes con dificultades aparentemente únicas e insolubles”.
También al inicio de la guerra, Lloyd-Jones asumió la presidencia de la Confraternidad Inter-universitaria (IVF por sus siglas en inglés), otra institución que tuvo una profunda influencia dentro y fuera de Inglaterra, para promover la sana teología y un renovado interés en la literatura puritana en una nueva generación de creyentes evangélicos.
Fue bajo la cobertura de IVF que en Diciembre 1950 comenzó la Conferencia Puritana en la que Lloyd-Jones estaría involucrado en los próximos 19 años, conjuntamente con el Dr. J. I. Packer, que para ese tiempo tenía 24 años de edad. Packer estuvo asistiendo regularmente a Westminster Chapel cada domingo entre los años 1948-1949. Según Packer Él nunca había escuchado una predicación como esa. Venía “como la fuerza de un choque eléctrico” trayendo sobre él un sentido de la presencia de Dios como ningún otro hombre que él hubiera conocido.
En este punto de nuestra historia debo introducir otra institución que Martyn Lloyd-Jones ayudó a fundar y cuyo alcance solo conoceremos en el cielo. Un grupo de jóvenes estudiantes de la Universidad de Durham, en Inglaterra, comenzaron a ser influenciados por la literatura puritana a principios de 1950, así como por los escritos de Jonathan Edwards.
Entre estos estudiantes se encontraba Iain Murray a quien le preocupaba el desconocimiento general de los puritanos y los reformadores ingleses; así que decidieron publicar una pequeña revista a la que llamaron “Estandarte de la Verdad” (basados en el Salmo 60:4 que dice: “Has dado a los que te temen bandera que alcen por causa de la verdad”).
El primer número fue publicado en Septiembre de 1955. Cuando Lloyd-Jones supo de este esfuerzo, contribuyó personalmente con 100 libras para su publicación, una cantidad considerable en aquellos días, a la vez que pidió a los diáconos de Westminster Chapel que proveyeran la mitad de la suma necesaria para la impresión del segundo ejemplar. Al mismo tiempo, Lloyd-Jones alentó a Iain Murray a escribir un libro en el que demostrara las convicciones calvinistas de los reformadores ingleses. Cuando Lloyd-Jones leyó el manuscrito, en Mayo de 1956, le pidió a Murray que viniera a trabajar a Westminster Chapel como su asistente.
Y aquí tengo que introducir otro personaje, llamado Jack Cullum, un experto en acústica que se hizo inmensamente rico al diseñar durante la Segunda Guerra Mundial un mufle que reducía el sonido de los aviones. Cullum llegó a profesar la fe en una iglesia Metodista, pero hacía mucho tiempo que se había apartado del Señor. Providencialmente se topó en uno de sus viajes con una pareja de creyentes que le hablaron largamente del evangelio. Así que al llegar a Londres, Cullum reasumió sus visitas a la iglesia Metodista, pero ya no se sentía a gusto en medio de ellos. Entonces alguien le recomendó que visitara Westminster Chapel, donde finalmente se estableció.
Unos meses más tarde, en Enero de 1957, Cullum y su esposa invitaron a Iain Murray y su esposa a cenar con ellos. En un momento Cullum le preguntó a Murray: “¿Por qué toda esa historia y enseñanza de los reformadores ingleses y de los puritanos es tan poco conocida hoy?”[viii] A lo que Murray respondió que muchos de esos libros ya no estaban disponibles.
Desde su conversión Cullum había estado orando al Señor para que le permitiera hacer algo útil para Su reino en el resto de sus días. Así que decidió hacer uso de su dinero para financiar la re publicación de muchas de esas obras. Para ello crearon una Fundación que tomó el mismo nombre de la revista que había comenzado a ser publicada con ese mismo fin: “Estandarte de la Verdad”.
Los primeros dos libros estuvieron disponibles a principios de 1958, los cuales se vendieron rápidamente, sobre todo entre los miembros de Westminster Chapel. Y en poco tiempo se publicaron dos más ese mismo año: Sermones Escogidos de George Whitefield, y el primer volumen de obras escogidas de Jonathan Edwards. Para Octubre de 1958 El Estandarte de la Verdad había publicado 11 obras, sorprendiendo a todo el mundo por la rapidez con que se vendieron.
De manera que muchos de esos libros que Geoffrey Williams había estado comprando por años, y que solo se encontraban disponibles en la Biblioteca Evangélica, ahora tendrían un alcance muchísimo mayor. Por supuesto, el hambre por ese tipo de literatura no surgió de la nada. A Dios le plugo usar el ministerio de Lloyd-Jones para generar ese interés en los puritanos que todavía permanece en el día de hoy, sobre todo entre los cristianos de corte reformado.
Enfermedad y retiro
El ministerio de Lloyd-Jones continuó ejerciendo una influencia cada vez más amplia, pero Dios tenía otros planes para él en los próximos años. A principios de 1968, teniendo precisamente 68 años de edad, el Doctor Lloyd-Jones fue admitido en un hospital en Londres por molestias intestinales. Descubrieron que padecía cáncer de colon.
Cuando se supo la noticia, muchas iglesias alrededor del mundo comenzaron a orar por su recuperación. Y aunque la operación fue exitosa, era evidente que el Doctor no podía continuar su ministerio como lo había venido haciendo. Se retiró como pastor de Westminster Chapel a finales de Agosto de 1968. Pero como el mismo manifestó en una carta dirigida a los miembros de su iglesia: “Siento que Dios me está diciendo: ‘Este es el fin de un ministerio y el comienzo de otro’”[ix].
A partir de ese momento, el Doctor se dedicó a la edición de muchos de sus sermones que luego fueron publicados, dar conferencias en diferentes lugares y continuar aconsejando a la enorme cantidad de personas, sobre todo de ministros del evangelio, que buscaban su ayuda. Una nota interesante es que en ese mismo año de 1968 un joven universitario llamado John Piper, había escuchado a alguien decir que los dos volúmenes del Sermón del Monte de Martyn Lloyd-Jones era la cosa más grande que alguna vez haya leído; así que compró y leyó esos dos volúmenes en el verano; y dice Piper que el impacto que produjeron en él fueron inolvidables.
En Mayo de 1979 comenzó a sentirse enfermo. Él pensaba que era una infección viral, pero era en realidad la recurrencia del cáncer. Predicó por última vez el 8 de Junio de 1980 en una iglesia Bautista. A partir de entonces su salud se fue deteriorando cada vez más, hasta que prácticamente ya no podía levantarse. A finales de Febrero de 1981, teniendo todavía toda su lucidez, escribió una nota a su familia en la que decía: “No oren por sanidad. No traten de retenerme de la gloria”[x].
Una nota interesante es que por más de 50 años, Martyn Lloyd-Jones había seguido fielmente el calendario de lectura bíblica de M’Cheyne (eso quiere decir que el Doctor leyó por lo menos 50 veces el AT completo y 100 veces el NT y los Salmos). Una de las lecturas que tocaba el día antes de su muerte, fue la de 1Cor. 15, el gran capítulo del Nuevo Testamento sobre la resurrección. Su hija Ann había orado con él y luego se quedó dormido. Ya no volvería abrir los ojos en este mundo. Al día siguiente, el domingo 1 de Marzo de 1981, el Dr. Lloyd-Jones partió a la presencia del Señor al cual sirvió fielmente por más de 50 años.
En una entrada posterior quisiera mencionar algunos de los legados que Lloyd-Jones nos dejó. Por ahora solo quiero recomendar algunos libros que pueden ser de ayuda para conocer mejor la vida y ministerio de este hombre que impactó tan profundamente el evangelicalismo del siglo XX, y que todavía continúa ejerciendo una poderosa influencia a través de sus libros y sermones grabados.
“La tradición es la fe viva de los que murieron. 
El tradicionalismo es la fe muerta de los que viven”
Jaroslav Pelikan
 
La iglesia reformada, una vez que se instala y difunde su predicación del evangelio en Escocia bajo el liderazgo de John Knox —alumno y colaborador de Juan Calvino—, tomó en el siglo XVI el nombre de iglesia presbiteriana. Esto fue así principalmente por su forma de gobierno, que consiste en consejos compuestos por varones con sabiduría, experiencia y dones para ejercer el gobierno y la enseñanza en la iglesia. A estos varones también se les llama en la Biblia de “presbíteros”, que significa literalmente “ancianos”. Al ser una iglesia gobernada por consejos de presbíteros, las iglesias reformadas de Escocia se popularizan más con el nombre de presbiterianas.
 
Quise comenzar con esta breve introducción histórica para puntualizar un hecho: ser presbiteriano es ser reformado. Históricamente, incluso, es ser de la primera generación de reformados. Esto no nos da privilegios, ni muchos menos debería producir en un presbiteriano orgullo o arrogancia. Todo lo contrario: debe infundir humildad y un gran sentido de responsabilidad, pues entendemos que “reformado” no es más que un nombre (importante y útil, sin duda) para designar la búsqueda por ser constantemente renovados a la luz de la Escritura por el poder del Espíritu Santo. Por principio, la búsqueda constante e incansable por ser consistentemente reformados es lo que debería, por lo tanto, caracterizar a los presbiterianos. Tristemente, en la historia reciente de algunas iglesias y denominaciones de tradición presbiteriana y reformada (como la PCUSA) ha ocurrido un abandono de los principios que nos caracterizan como tal, al punto que, a mi entender, han perdido la esencia de su carácter reformado y presbiteriano.
 
Entonces, al final ¿qué es ser presbiteriano? A mí entender es la búsqueda de ser coherentemente reformado en, al menos, 3 aspectos muy básicos y fundamentales:

1. Es ser confesionalmente reformado

Esto significa que reconocemos la necesidad y el altísimo valor de aquellos documentos donde la iglesia de Cristo ha manifestado explícitamente, después de haber estado reunida en concilio (como en Hechos 15), su posición doctrinal sobre materias fundamentales de la fe cristiana. Un documento doctrinal o confesión de fe no es la base ni el sustento de la fe de un presbiteriano, ya que sólo la Biblia, que es la Palabra de Dios, es la única regla de fe y práctica. Pero una confesión es la expresión de esta fe, cuyo fundamento es la Escritura. De esta manera, se da un complemento saludable donde las confesiones de fe sirven de marco para el actuar de la iglesia y del creyente, pero este marco, a su vez, está bajo el escrutinio de la Palabra de Dios como juez último.
 
En este sentido, los presbiterianos tenemos una serie de documentos que nos caracterizan, siendo el principal de ellos la Confesión de Fe de Westminster (publicada en Inglaterra en 1648). Otros documentos son también: los Catecismos Mayor y Breve de Westminster (1649), el Catecismo de Heidelberg (1563), la Confesión Belga (1568) y documentos del cristianismo histórico, tales como el Credo Apostólico y el Credo Niceno-Constantinopolitano (siglo IV). Esto facilita para el presbiteriano que tenga una identidad comunitaria amplia, no solo en términos geográficos o de espacio sino también en términos históricos o de tiempo, ya que nos sentimos hermanos con los cristianos que lideraron la revolución norteamericana de 1776, con los pastores reunidos en el
Sínodo de Dordrecht en 1618, con los hugonotes muertos en la matanza de San Bartolomé el 24 de agosto de 1572, con los valdenses del siglo XII e incluso con los cristianos de los siglos II y III perseguidos en el imperio romano, por igual.
 

2. Es ser pactalmente reformado

Esto significa que creemos en una unidad fundamental del pacto del Antiguo y Nuevo Testamentos. No creemos que Dios improvisó nuevos pactos a medida que los anteriores iban fallando, sino que su decreto eterno siempre fue revelar el pacto que hoy podemos disfrutar en el sacrificio de Cristo (Ap. 13.8) y para eso fue revelando progresivamente los distintos pactos del Antiguo Testamento, como preparación y preanuncio del pacto definitivo que Cristo hizo con el Padre. Como la misma palabra griega usada en la Biblia lo indica, el nuevo pacto es “nuevo” en el sentido de “renovado”, no de algo absolutamente nuevo y original.
 
Dios dio una renovación definitiva a los pactos del Antiguo Testamento en la persona de Jesucristo. Esto implica, sin duda, el abandono de ciertos rituales y de la identidad nacional del pueblo de Dios de antes de Cristo. Pero implica también que, en su esencia, el pacto que podemos disfrutar los cristianos hoy con nuestro Dios no es otra cosa sino la continuidad y plenitud de aquel pacto antiguo. Esto es especialmente notorio en los sacramentos, ya que en vez de Pascua, celebramos la Santa Cena (Mat. 26.26-29) y en vez de circuncisión, celebramos el bautismo como señal de que alguien pertenece al pueblo de Dios (Col. 2.11-12).

3. Es ser eclesiológicamente reformado

Esto significa entender que, si bien Dios no nos dejó en Su Palabra una única forma de culto ni una única forma de gobierno para la iglesia, la diversidad que se pueda dar en estas áreas debe estar sometida a las reglas generales de la Escritura.
 
Por lo tanto, en cuanto a la adoración comunitaria, ya que esta se centra en Dios y consiste en la búsqueda de agradar al Señor y no a los hombres, la eclesiología presbiteriana busca guiarse por el principio reformado de que el culto debe ser entregado mediante la fe en el sacrificio de Cristo, teniéndole a Él como centro en todo momento. También implica que aquellos elementos que no son ordenados para el culto en la Escritura deben ser quitados o prohibidos del culto cristiano (Principio Regulador del Culto) conforme deducimos claramente del 2º mandamiento: “no debemos adorar al Señor conforme a nuestra imaginación”. Es evidente que lascircunstancias del culto varían según el contexto cultural o histórico (estilo musical, vestimentas, horarios, expresiones de adoración, etc.) y eso está bien. Pero los elementos son solo aquellos que la Biblia ordena: lectura y predicación de la Palabra, oración, canciones congregacionales de contenido bíblico, sacramentos, acciones de gracias. 
 
Además, la eclesiología reformada entiende que el gobierno de la iglesia Cristo lo ejerce mediante hombres a quienes dio la sabiduría y los dones para gobernar la iglesia. Estos hombres son los presbíteros. Si bien por causa del sacerdocio universal de los creyentes, la asamblea de los hermanos es la que reconoce el don cuando los elige, una vez reconocido este don, los presbíteros son quienes deben gobernar mediante la enseñanza y aplicación de la Palabra. Algunos presbíteros, llamados de “docentes” (en América Latina les decimos pastores) se han preparado en Seminarios y reciben un sustento de la iglesia para dedicarse a la enseñanza, conforme instruyó el apóstol Pablo (1 Timoteo 5.17-18). Sin embargo, ellos no ejercen el gobierno solos sino en consejo con los demás presbíteros, buscando con esto que jamás un pastor, mediante su personalidad, autoridad o carisma, se enseñoree del rebaño que no le pertenece (1 Pedro 5.1-4). 
 
Como un detalle eclesiológico más que se hace necesario destacar en estos últimos días, quisiera recordar que las iglesias presbiterianas, por principio de gobierno, tienden a ser movimientos nacionales (no confundir con “nacionalistas”), y por lo tanto no somos iglesias que se colegien internacionalmente y no tenemos ningún tipo de gobierno internacional, sino que cada iglesia presbiteriana de cada país es independiente en relación a las de otros países, al punto de constituir, administrativamente, denominaciones distintas (aunque siempre puede haber vínculos fraternos). Esto implica que la decisión de un determinado concilio de una iglesia presbiteriana de Estados Unidos, por ejemplo, no afecta ni obliga las decisiones o prácticas de iglesias presbiterianas de otros países como Chile, Brasil o Argentina.
 
En fin, una tradición confesional y eclesiástica de más de 450 años, como la de las iglesias presbiterianas, no puede ser resumida en un breve post. Sin duda quedan muchas cosas en el tintero que mis colegas y amigos presbiterianos me recriminarán que no dije, y lo harán con justa razón. Pero mi intención aquí ha sido solamente dar una breve pincelada introductoria, casi como el inicio de una conversación para que, especialmente en América Latina, se pueda empezar a conocer qué significa ser presbiteriano. Nuestro anhelo es que también presbiterianos y evangélicos en general podamos valorar y apreciar nuestra identidad y tradición en su justa medida, no como tradicionalistas que idolatran costumbres y personas humanas, sino como creyentes que adoramos sólo a Cristo y que le agradecemos a Él la historia que nos ha dado y el ejemplo de los pastores que nos precedieron (Hebreos 13.7-8).
Esposo de Priscilla y padre de Agustín y Sofía. Pastor de la Iglesia Presbiteriana de Chile, Director del Seminario Teológico Presbiteriano en Santiago de Chile y actualmente está plantando iglesia UNO en el barrio Bellas Artes de la ciudad de Santiago.

domingo, 5 de abril de 2015

4 reglas de oración de Juan Calvino

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La oración no se puede lograr sin la disciplina. “A menos que nos fijemos ciertas horas en el día para la oración, fácilmente se deslizará de nuestra memoria”, escribe Calvino y continúa prescribiendo varias reglas para guiar a los creyentes en el ofrecimiento de oración eficaz y ferviente.

1. Tener una sensación sentida de reverencia.

En la oración, tenemos que estar dispuestos en mente y corazón, como corresponde a los que entran en conversación con Dios. Nuestras oraciones deben surgir del fondo de nuestro corazón. Calvino hace un llamado a una mente disciplinada y corazón, al afirmar que: “Las únicas personas que debida y correctamente se ceñirán a orar son los que están tan conmovidos por la majestad de Dios que, liberados de las preocupaciones y afectos terrenales, vendrán a ello”.

2. Tener una sensación sentida de necesidad y arrepentimiento.

Debemos orar desde un sincero sentimiento de necesidad y con penitencia, mantener la actitud de un mendigo. Calvino no quiere decir que los creyentes deben orar por todos los caprichos que surgen en su corazón, sino que debemos orar con arrepentimiento de acuerdo con la voluntad de Dios, manteniendo Su gloria en el centro de atención, anhelando cada petición con afecto sincero de corazón, y al mismo tiempo el deseo de obtenerlo de Él.

3. Tener un sentimiento sincero de humildad y confianza en Dios.

La verdadera oración requiere que rindamos totalmente la confianza en nosotros mismos y humildemente supliquemos perdón, confiando en la misericordia de Dios solamente por las bendiciones espirituales y temporales, recordando siempre que la más pequeña gota de fe es más poderosa que la incredulidad. Cualquier otro enfoque a Dios sólo promoverá el orgullo, que será letal: Si clamamos algo para nosotros, ni siquiera en lo más mínimo, estaremos en grave peligro de la destrucción en la presencia de Dios.

4. Tener un sentimiento sincero de confiada esperanza.

La confianza en que serán contestadas nuestras oraciones no proviene de nosotros mismos, sino del Espíritu Santo obrando en nosotros. En la vida, la fe y la esperanza conquista el miedo de los creyentes para que seamos capaces de pedir con fe, no dudando nada (Santiago 1:6). Esto significa que la verdadera oración está confiada del éxito, debido a Cristo y el pacto. La sangre de nuestro Señor Jesucristo sella el pacto que Dios ha concluido con nosotros. Los creyentes por tanto deben acercarse a Dios con confiadamente y con alegría, porque esa confianza es necesaria en la verdadera invocación que se convierte en la llave que nos abre la puerta del reino de los cielos.

Conclusión

Estas reglas pueden parecer abrumadoras, incluso inalcanzables ante el rostro de un Dios omnisciente y santo. Calvino reconoce que nuestras oraciones están llenas de debilidad y fracaso. “Nadie ha realizado nunca esto con la rectitud debida”, escribe. Pero Dios tolera incluso nuestra tartamudez y perdona nuestra ignorancia, lo que nos permite ganar familiaridad con Él en la oración, aunque sea en forma balbuceante. En resumen, nunca nos sentiremos como peticionarios dignos. Nuestra vida de oración accidentada es atacada por las dudas a menudo, pero esas luchas nos muestran nuestra necesidad constante de oración misma como una elevación del espíritu, y continuamente nos conduce a Jesucristo, el único que va a cambiar el trono de gloria terrible en el trono de la gracia. Calvino concluye diciendo que: Cristo es el único camino, y el acceso, por el que se nos concede llegar a Dios.
Un extracto de la contribución de Joel Beeke del libro de Juan Calvino llamado “Un Corazón Para la Devoción, Doctrina y Doxología”. Publicado originalmente en el blogEvangelio.

El plan divino para el sostén de su obra

by paulojarieu
El plan divino para el sostén de su obra
Autor: Pastor Tony Hancock
Fecha: 4 de Enero del 2009
Nota:
Este artículo no refleja necesariamente la posición teológica aceptada por mi persona. Sin embargo, entiendo que el dar dinero, tiempo, alimentos, ropa,etc, en concepto de ofrenda a Dios no es una  mala practica, creo que hay libertad para dar de corazón lo que cada uno propone para darle a DIOS.El que bendice es Dios y no el pastor. Pero siempre ore a Dios y consulte con El para que no se deje manipular las emociones de fe por los predicadores.
Paulo Arieu
Introducción
Hay una cosa que todos queremos tener, pero de la cual nadie quiere hablar. Me refiero, por supuesto, al dinero. A todos nos gustaría tener más, pero no nos gusta que se nos hable del dinero - y sobre todo, en la Iglesia. Voy a ser muy honesto con ustedes: a mí tampoco me gusta hablar del dinero. Muchas
personas tienen la impresión de que en la Iglesia sólo se habla de dinero, y no deseo que, al hablar del dinero, esto sirva como piedra de tropiezo para ellos.
Sin embargo, Jesús habló más acerca del dinero que de casi cualquier otro tema. Obviamente, si El lo hizo, sería un predicador infiel si esquivara el tema. La forma en que nosotros usamos el dinero es una de las medidas más importantes de nuestro estado espiritual.
Por este motivo, vamos a declarar que enero es el mes del dinero. ¿Qué les parece? Mi meta es que, al final del mes, todos veamos de forma diferente el dinero, y que lo aprendamos a usar de una forma que nos trae más gozo y menos preocupación. Hoy, para empezar el mes, vamos a hablar del dinero y su relación con la obra de Dios.
En esta conexión, me encanta la historia del predicador que empezó a decirle a su congregación: "Hermanos, ¡yo confió en el Señor que esta Iglesia puede caminar!" Toda la iglesia se emocionó y respondió: "¡Amén! ¡La Iglesia puede caminar!" Luego el predicador agregó: "Y hermanos, si Dios nos ayuda, ¡esta Iglesia puede correr!" Todos respondieron: "¡Amén! ¡Esta Iglesia puede correr!"
Finalmente, el predicador se emocionó tanto que gritó:
"¡Hermanos! ¡Esta Iglesia puede volar!" Todos se entusiasmaro y  respondieron: " ¡Amén! ¡Esta Iglesia puede volar!" Luego dijo el predicador: "Pero para que eso suceda, vamos a necesitar dinero". La congregación se quedó en silencio, hasta que por fin una voz solitaria dijo: "Que la Iglesia camine, pastor, que la Iglesia camine".
Pero ¿será que Dios sólo quiere que su Iglesia camine? ¡No lo creo! Por este motivo, Dios creó un plan para sostener y expandir la obra de su Reino. Hoy vamos a hablar de ese plan. Su plan consiste en dos partes. Para empezar,
I. Dios designó el diezmo para el sostén regular de su obra
Dios enseñó a su pueblo Israel que el diez por ciento de todas sus ganancias le pertenecía a El. Lee conmigo Levítico 27:30: "Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jehová. ". De cada diez espigas de trigo que un israelita cosechaba, una le pertenecía al Señor. De cada diez becerros que nacían durante el año, uno le pertenecía al Señor. Si se trataba de un trabajador pagado, la décima parte de su salario le pertenecía al Señor.
¿Qué deseaba Dios que hiciera su pueblo con el diezmo? El diezmo servía para sostener a los siervos y a los servicios del Señor.
En Números 18:26 vemos a quiénes se les entregaba el diezmo. Leamos juntos este versículo: "18:26 Así hablarás a los levitas, y les dirás: Cuando toméis de los hijos de Israel los diezmos que os he dado de ellos por vuestra heredad, vosotros presentaréis de ellos en ofrenda mecida a Jehová el diezmo de los diezmos. ". Los levitas eran miembros de la tribu de Leví, y habían sido destinados por Dios al servicio del templo. Los sacerdotes eran levitas, pero no todos los levitas eran sacerdotes. Muchos de ellos servían dentro del templo de diferentes formas, turnándose.
Estos siervos de Dios, entonces, administraban el diezmo. Como vemos aquí, usaban una parte del diezmo para los sacrificios regulares que se hacían en el templo. Usaban otra parte para su propio sostén. Leamos ahora Deuteronomio 14:23-29 para ver el otro uso que se daba al diezmo:
  • 14:23 Y comerás delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere para poner allí su nombre, el diezmo de tu grano, de tu vino y de tu aceite, y las primicias de tus manadas y de tus ganados, para que aprendas a temer aJehová tu Dios todos los días. 14:24 Y si el camino fuere tan largo que no puedas llevarlo, por estar lejos de ti el lugar que Jehová tu Dios hubiere escogido para poner en él su nombre, cuando Jehová tu Dios te bendijere, 14:25 entonces lo venderás y guardarás el dinero en tu mano, y vendrás al lugar que Jehová tu Dios escogiere; 14:26 y darás el dinero por todo lo que deseas, por vacas, por ovejas, por vino, por sidra, o por cualquier cosa que tú deseares; y comerás allí delante de Jehová tu Dios, y te alegrarás tú y tu familia. 14:27 Y no desampararás al levita que habitare en tus poblaciones; porque no tiene parte ni heredad contigo. 14:28 Al fin de cada tres años sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año, y lo guardarás en tus ciudades. 14:29 Y vendrá el levita, que no tiene parte ni heredad contigo, y el extranjero, el huérfano y la viuda que hubiere en tus poblaciones, y comerán y serán saciados; para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que tus manos hicieren.
Como pueden ver, una parte del diezmo también se destinaba para ayudar a los pobres y necesitados. El diezmo, entonces, tenía tres funciones básicas dentro del Antiguo Testamento: sostener a los siervos del Señor, suplir lo necesario para el templo y servir a los pobres y necesitados.
El diezmo, sin embargo, no era simplemente una especie de impuesto que todos tenían que pagar. Recuerdo una vez ver una calcomanía que decía: Si Jesús se conforma con el 10%, ¿por qué el gobierno me pide más? Es una buena pregunta, pero no debemos de pensar precisamente en el diezmo como un impuesto divino.
Para empezar, el diezmo es una forma práctica de reconocer que Dios es nuestro soberano y nuestro libertador. Hace algunos años prediqué acerca del encuentro entre Abraham y Melquisedec. En ese encuentro - que sucedió más de quinientos años antes de que Moisés diera la ley - Abraham le pagó a Melquisedec el diezmo del botín de una batalla.
Esto indica, entre otras cosas, que el diezmo es anterior a la ley de Moisés. No era simplemente parte de esa ley y, por ende, sólo aplicable a Israel; es un principio espiritual que antecede la ley. Aparte de esto, Abraham le pagó el diezmo al sacerdote Melquisedec como una declaración de que era su superior. En otras palabras, el pago del diezmo es un acto de sumisión.
Cuando tú y yo damos el diezmo, estamos reconociendo que Dios es nuestro Soberano. Estamos reconociendo que El reina sobre nosotros, que El es nuestro Rey y dueño. En cambio, si queremos quedarnos con todo lo que ganamos, estamos declarando con esa acción que nos creemos dueños de nuestra vida y de nuestras pertenencias.
Además de esto, el diezmo es una expresión de confianza. ¿Cuántos de ustedes están confiando en Cristo para salvarles de la muerte y del pecado? Me da gusto ver sus manos levantadas. Ahora bien, ¿cómo es posible que confíen en Cristo para la salvación eterna de sus almas - la cosa más importante del mundo - pero no puedan confiar en El para sostenerlos económicamente? Si tú le confías a Cristo tu destino eterno, ¿cómo no le vas a poder confiar tu vida en este mundo también?
Por eso, dar el diezmo es una expresión de confianza en Cristo. Pero es también una fuente de bendición. Dios le dijo esto a su pueblo en el libro de Malaquías. Leamos Malaquías 3:8-10.
  • 3:8 ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. 3:9 Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. 3:10 Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.
Es muy raro que Dios nos invite a ponerlo a El a prueba, per es precisamente lo que El hace aquí. Nos invita a ponerlo a prueba, siendo fieles en diezmar, para ver si El no derramará sus bendiciones sobre nosotros.
Si no lo dijera este pasaje, no me atrevería a hacer la sugerencia. Sin embargo, sí me atrevo porque aquí está escrito: si tú no estás diezmando, en oración ponle a Dios un tiempo de prueba. Dile: Señor, voy a diezmar durante un mes o dos meses - lo que tú quieras. Al cabo de ese tiempo, si las cosas no me han ido bien y no has suplido mis necesidades, me sentiré libre para dejar de diezmar.
Quiero que me entiendas bien: no te quiero decir que, si empiezas a diezmar, de la noche a la mañana te convertirás en millonario. Lo que Dios está prometiendo es que, si somos fieles con El, El será fiel con nosotros - y tendremos lo que nos hace falta. Te invito a hacer la prueba tú mismo.
Pero, alguien preguntará: ¿No dejó de estar en vigencia el diezmo? Nosotros vivimos ahora bajo el nuevo pacto, y no bajo el antiguo. Sin embargo, mi estudio de la Biblia me ha dejado convencido de que Dios sigue deseando que su pueblo lo honre con el diezmo. Para empezar, ya hemos visto que el diezmo no empezó con Moisés, sino antes - con Abraham, el padre de la fe.
En segundo lugar, Jesús fue muy claro en hablar acerca de otros aspectos del pacto con Israel que no se aplican a nosotros. Por ejemplo, el declaró que todos los alimentos son limpios - que ya no tenemos que vivir bajo las leyes alimenticias del Antiguo Testamento. También declaró que la ley del sábado ya no tiene la misma aplicación desde que El vino.
Sin embargo, cuando El habló del diezmo, les indicó a sus oyentes que debían de seguir fieles en el diezmo. Esto lo vemos en Mateo 23:23: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello."
Jesús habla con los fariseos acerca del diezmo. No los critica por dar el diezmo, sino por ignorar las cosas más importantes que Dios desea - la justicia, la misericordia y la fidelidad. Si Jesús quería cancelar el diezmo, ésta sería la oportunidad perfecta - pero ¡no lo hizo! Más bien, nos dijo que debíamos de seguirlo dando.
Tenemos que concluir, entonces, que Dios todavía quiere que su pueblo sostenga la obra de su Reino por medio de sus diezmos regulares. Parte de ser un seguidor fiel de Jesucristo es honrarle con nuestros diezmos, con el diez por ciento de nuestros ingresos. La Iglesia utiliza estos diezmos para
sostener a los siervos del Señor, para servir a los necesitados y para suplir lo esencial para el funcionamiento de la Iglesia.
Al mismo tiempo, vemos otra cosa:
II. Dios instituyó ofrendas especiales para necesidades especiales
Esto lo podemos ver en la historia de la construcción del tabernáculo, el lugar movible de adoración que se construyó bajo la dirección de Moisés.
Leamos acerca de esto en Exodo 35:4-9:
35:4 Y habló Moisés a toda la congregación de los hijos de Israel, diciendo: Esto es lo que Jehová ha mandado: 35:5 Tomad de entre vosotros ofrenda para Jehová; todo generoso de corazón la traerá a Jehová; oro, plata, bronce, 35:6 azul, púrpura, carmesí, lino fino, pelo de cabras, 35:7 pieles de carneros teñidas de rojo, pieles de tejones, madera de acacia, 35:8 aceite para el alumbrado, especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático, 35:9 y piedras de ónice y piedras de engaste para el efod y para
el pectoral.
Es importante notar que ésta fue una ofrenda voluntaria. Esto no fue parte del diezmo, sino algo aparte. La gente debía dar porque sentían en su corazón hacerlo.
Leamos ahora los versos 20-21: "20 Y salió toda la congregación de los hijos de Israel de delante de Moisés. 21 Y vino todo varón a quien su corazón estimuló, y todo aquel a quien su espíritu le dio voluntad, con ofrenda a Jehová para la obra del tabernáculo de reunión y para toda su obra, y para las sagradas vestiduras."Todos los que fueron movidos en su corazón para hacerlo dieron una ofrenda especial al Señor. Esto salía de su tesoro, de las joyas que tenían, de lo que habían podido reunir, y que ahora querían compartir para esta labor especial.
Lo mismo sucedió en la Iglesia primitiva. En el pasaje famoso en Hechos 2 que describe los primeros meses de la vida de la Iglesia, leemos algo muy importante. LeamosHechos 2:44-46.
2:44 Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas;2:45 y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. 2:46 Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,
Quiero que vean conmigo dos detalles importantes. Primeramente, nos dice que los creyentes en esas fechas seguían reuniéndose en el templo. Esto se refiere al templo judío, e indica que los creyentes, como buenos judíos, seguían fieles en sus diezmos.
Cuando leemos que los que tenían propiedades, entonces, solían vender alguno cuando veían una necesidad, se trata de una ofrenda especial, adicional al diezmo. En otras palabras, dentro de la Iglesia en sus comienzos, había momentos en los que se daban ofrendas especiales para necesidades especiales.
Hasta el día de hoy seguimos el mismo patrón. Recibimos ofrendas especiales para ayudar con necesidades especiales, para sostener a las misiones y para otros proyectos. Ahora bien, tomando en cuenta el ejemplo de la Iglesia primitiva, ¿deben estas ofrendas de salir de nuestro diezmo? ¡No! Son ofrendas especiales y voluntarias. Cada persona debe dar solamente lo que siente en su corazón, más allá del diezmo.
En conclusión, podemos ver que Dios tiene un plan para sostener su obra - para que su Iglesia crezca y avance. ¿Quieres ser parte de ese crecimiento y ese avance? ¿Quieres someter tu economía al control de Dios, y confiar en su sostén? Te invito a comprometerte con El hoy.