miércoles, 18 de marzo de 2020

Soberania de Dios

DEFINICIÓN DE LA SOBERANÍA DE DIOS
“Tuya es, oh Jehová, la magnificencia, y el poder, y la gloria, la victoria, y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y la altura sobre todos los que están por cabeza” 1 Crónicas 29:11

La soberanía de Dios: ¿Qué queremos decir con esta expresión?.Queremos decir la supremacía de Dios, que Dios es Rey, que Dios es Dios.

Cuan diferente es el Dios de la Biblia del Dios de la moderna cristiandad. El Dios del siglo veinte es un ser impotente, frágil, que no inspira respeto a nadie....

Que la gran mayoría de nuestros semejantes esté muriendo en pecado y pasando a una eternidad sin esperanza, equivale a decir que Dios Padre ha sido decepcionado, que Dios Hijo ha quedado insatisfecho y que Dios Espíritu Santo está derrotado.

Argumentar diciendo que el hombre es el que determina exclusivamente su propio destino, y que por tanto tiene poder para contrarrestar a su Hacedor, es despojar a Dios del atributo de la omnipotencia.

La soberanía del Dios de la Escritura es absoluta, irresistible e infinita. Afirmamos que su derecho es el derecho del alfarero sobre el barro; él puede moldear ese barro en la forma que quiera, haciendo de la misma masa un vaso para honra y otro para vergüenza.Debido a que Dios es santo, su ira se enciende contra el pecado; debido a que Dios es justo, sus juicios descienden sobre los que contra Él se rebelan; debido a que Dios es fiel, se cumplen las amenazas de su palabra; debido a que Dios es omnipotente, ninguno puede resistirse a Él con éxito, y debido a que Dios es omnisciente, no hay problema que escape a su conocimiento ni dificultad que confunda su sabiduría. a soberanía absoluta de Dios en tanto que se ejercite la fe. La fe sostiene “como viendo al Invisible” (Hebreos 11:27);soporta los desengaños, las dificultades y todos los pesares de la vida, reconociendo que todo viene de la mano de Dios. Aun admitiendo que hay muchas cosas en este mundo de pecado y sufrimiento que nos desaniman y entristecen, no es razón suficiente para que nos unamos al incrédulo que dice: “Si yo fuera Dios no permitiría esto ni toleraría aquello”.Es mucho mejor decir como el salmista: “enmudecí,no abrí mi boca; porque Tú lo hiciste” (Salmos 39:9).Esta es la diferencia fundamental entre el hombre de fe y el incrédulo. De esta forma acepta todo como proveniente de la mano de Dios, su corazón vive tranquilo en medio de la tormenta y se goza en la esperanza de la gloria del Altísimo.

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