miércoles, 17 de junio de 2015

EL NUEVO NACIMIENTO

“Dios salva a pecadores” es una serie de artículos que muestran los temas principales de la salvación, desde la eternidad pasada a la eternidad futura. Las demás entradas: La salvación antes del principioUnidos a Cristo en la cruzLa caída y la misericordiaEl Rey: el León de la tribú de JudaEl Profeta mayor que MoisésEl Sacerdote de eterna salvaciónEl Siervo Sufriente exaltadoLa esencia de la cruzLa redenciónLa reconciliaciónEl llamado.
Pocos encuentros son tan conocidos como aquella noche cuando Jesús le dijo a Nicodemo, “el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de los cielos…no puede entrar en el reino de los cielos” (Jn. 3:35). Nicodemo quedó sorprendido, ya que siendo él “maestro de Israel” (Jn. 3:10) pensaba que sus grandes conocimientos, certificaciones, linaje o ‘pureza moral’ le garantizaban el reino. Pero Jesús “no se confiaba…pues El sabía lo que había en el hombre” (Jn. 2:24-25), y le dijo, “no te maravilles de que te dije: es necesario nacer de nuevo” (Jn. 3:8).
¿Qué sucede cuando nacemos de nuevo? El Espíritu crea en nosotros una nueva vida de intima relación y unión con Cristo[1]. El nuevo nacimiento no es una nueva religión, no es una afirmación de lo sobrenatural, no es un cambio en inclinación de temas políticos y sociales, y no es una mejoría de la naturaleza humana. Es una nueva vida.
El nuevo nacimiento es exhibido en el mensaje bíblico desde el principio hasta al final, y no solo llamándolo “nacer de nuevo”, sino también usando otros conceptos tales como: un nuevo corazón para amar a Dios (Dt. 29:2-430:6), abrir los ojos para ver a Dios (Is. 29:10), resurrección de la muerte espiritual (Col. 2:20) y circuncisión del corazón incircunciso (Ro. 2:29), entre otros.

Los pasajes claves

Hay una serie de pasajes claves[2] (véase la nota) que resaltan cuatro temas en cuanto al nuevo nacimiento: La condición del hombre que no ha nacido de nuevo, el mensaje de poder determinado por Dios, el iniciador y la respuesta del hombre.
¿Cuál es la condición del hombre que no ha nacido de nuevo[3]? En cuanto a las cosas “que son del Espíritu de Dios”, él “no percibe…porque para el son locura”. “No las puede entender”, porque no las puede discernir (1 Cor. 2:14). No las puede obedecer (Dt. 5:29Ez. 36:27), sino que cegado el entendimiento (2 Cor. 4:3-6), anda “siguiendo la corriente de este mundo…haciendo la voluntad de la carne” (Ef. 2:1-3). Por eso dijo Jesús, “os es necesario nacer de nuevo” (Jn. 3:5).
¿Cuál es el mensaje de poder determinado por Dios? Es el evangelio que “es poder de Dios para salvación”. Por eso obedecemos el mandato de Cristo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio” (Mr. 16:15), porque “¿cómo creerán en aquel de quien no han oído?” (Ro. 10:14). Predicamos a “Cristo crucificado…poder de Dios” para todos (1 Cor. 1:23-24).
¿Quién es el iniciador? Dios mismo dijo, “os daré un corazón nuevo” (Ez. 36:25-27). Dios “de su voluntad, nos hizo nacer” (St. 1:17-18). Dios “nos dio vida” (Ef. 2:4-6). Dios “mandó…y resplandeció en nuestros corazones” (2 Cor. 4:6). Somos “engendrados…de Dios” (Jn. 1:11-13).
¿Cuál es la respuesta del hombre? Cuando el hombre nace de nuevo puede ver (o creer) el reino que para él antes estaba oculto en tinieblas y entrar a la vida con un nuevo Rey. La nueva respuesta del que ha nacido de nuevo siempre es fe, arrepentimiento, adoración y amor a Dios. Así dijo Moisés al pueblo antes de entrar a la tierra prometida: “el Señor tu Dios circuncidará tu corazón…para que ames al Señor…” (Dt. 30:6). En el texto de la promesa del nuevo pacto, dijo Dios: “os daré un corazón nuevo…y haré que andéis en mis estatutos…” (Ez. 36:25-27). El apóstol Juan dijo que los que “creen en su nombre” son aquellos que fueron “engendrados…de Dios” (Jn. 1:11-13). El hombre que estuvo ciego de nacimiento, luego de ser sanado, podía ver a Jesús con los ojos de la cara, y no con los ojos del alma. Pero cuando Cristo se le reveló, “él entonces dijo: ‘creo, Señor’. Y le adoró.” (Jn. 9:35-38).

La luz de la gloria de Dios

La luz es usada como metáfora para explicar el milagro del nuevo nacimiento. La más asombrosa metáfora la encontramos en 2 Corintios 4:1-6. El autor describe la condición de la gente sin Cristo como incrédulos con los ojos velados, a quienes “el dios de este mundo les ha cegado el entendimiento“(2 Cor. 4:4). La actividad específica del maligno es cegarlos para que no vean a Cristo en el mensaje que predicamos, que es “el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo[4]” (2 Cor. 4:4). Ante esa situación ni aun los mismos apóstoles pretendieron tomar el liderazgo ante las tinieblas, sino que se presentan como simples “siervos” que en su proclamación señalan a “Cristo Jesús como Señor” (2 Cor. 4:5).
Con las tinieblas gobernando sobre los incrédulos y el maligno tomando el frente del batallón, solo queda uno que puede intervenir, el Señor. Entonces, el escritor maravillosamente compara el nuevo nacimiento a aquel momento de impacto universal cuando “dijo, Dios: ‘sea la luz. Y hubo luz’” (Gn. 3:3). ¿Qué es exactamente lo que sucede? Dios da la orden y un instante en nuestros corazones resplandece “la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo”, engendrando una nueva creación con más gloria que la creación primera[5]. Omanson en su guía para la traducción del texto comenta: “La luz viene del conocimiento”. ¿El conocimiento de qué? “La palabra conocimiento en este contexto se refiere esencialmente a lo mismo que el evangelio (ver verso 4)”. La gloria de Dios presentada en el evangelio es el contenido del conocimiento[6].
Por tanto, mientras nosotros fielmente predicamos a Cristo crucificado y resucitado, la libre y soberana operativa palabra de Dios opera. Dios da una orden y aquellos que tenían sus ojos velados por las tinieblas no les queda de otra que someterse al portentoso poderío de aquel que con tan solo tres palabras engendró la luz: “¡Sea la luz!” (Gn. 1:3). O con tan solo dos palabras resucitó de los muertos a Lázaro, “¡Sal fuera!” (Jn. 11:43), y a la hija de Jairo, “Talita cum” (Mr. 5:41). O con una sola palabra resucitó al adúltero[7]pueblo de Israel, “¡Vive!” (Ez. 16:6).
Tal como dijo el apóstol Pedro, somos llamados por Dios de “las tinieblas a Su luz admirable” (1 P. 2:9). Por eso oramos, rogamos y cantamos a Dios en las palabras del salmista Asaf en el Salmo 80[8]:
Oh Pastor de Israel… ¡Resplandece! (Sal. 80:1)
¡Despierta tu poder y ven a salvarnos! (Sal. 80:2)
¡Restáuranos, oh Dios! (Sal. 80:3)
¡Resplandece tu rostro sobre nosotros y seremos salvos! (Sal. 80:3)
Oh Señor, Dios de los ejércitos, ¡restáuranos! (Sal. 80:7)
¡Haz resplandecer tu rostro sobre nosotros y seremos salvos! (Sal. 80:7)
Oh Dios de los ejércitos, ¡vuelve ahora, te rogamos! (Sal. 80:14)
¡Avívanos e invocaremos tu nombre! (Sal. 80:18)
¡Resplandece tu rostro sobre nosotros y seremos salvos! (Sal. 80:19)


[1] John Piper, Finally Alive, p 33, Desiring God Foundation, Minneapolis, 2009.
[3] Solo del pasaje de Juan 3 sabemos que el que no ha nacido de Nuevo, (1) Jesús no le considera como una persona de confianza (Jn. 2:24-25); (2) No puede ver el reino de Dios (Jn. 3:3); (3) No entiende las cosas del reino (Jn. 3:4); (4) No puede entrar al reino (Jn. 3:5); (5) Es de la carne y no es del Espíritu (Jn. 3:6).
[4] La inferencia es similar a la de Isaías 53:1 y Romanos 10:16-17, esto es, que solo porque se predique el evangelio no garantiza que la gente crea. Solo la palabra operativa de Cristo garantiza que la gente escuche y luego crea, pero sin olvidar que Dios ha determinado dar la palabra cuando el evangelio es predicado.
[5] Jonathan Edwards hablaba de la obra de la creación como una sombra, y que es la obra de la nueva creación que es mucho más gloriosa que la primera: “Lo digo con firmeza, que la obra de Dios en la conversión del alma es más gloriosa que la obra de Dios en la creación de todo el universo (Jonathan Edwards, The Works, vol. I, p 379, citado por J. I. Packer, A Quest for Godliness, p 324, Crossway Books, Wheaton, 1990).
[6] Roger L. Omanson & John Ellington, 2 Corinthians: A translator’s handbook on Paul’s second letter to the Corinthians, p 73, United Bible Societies, New York, 1993.
[7] La profecía usa el concepto de adulterio como equivalente a idolatría. Cuando la solución es resurrección (“¡Vive!” – Ezq. 16:6), el contraste determina que el adulterio y la idolatría también pueden ser consideradas como muerte espiritual.
[8] El refrán descrito en los versos 3, 7, 14 y 19 hacen referencia a una petición al Señor por Su restauración de gracia a Sus misericordias del Pacto. El pueblo ha quebrado el pacto… Solo el Señor puede avivar al pueblo con perdón de pecados (Willem A. VanGemeren, Psalms, p 524, vol. 5, The Expositor’s Bible Commentary (ECB), editor general Frank E. Gaebelein, Zondervan, Grand Rapids, 1991).

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