domingo, 18 de octubre de 2015

SUSTITUCION E IMPUTACION
Cuando hablamos del sacrificio de Jesucristo en la cruz, conviene pensar en el significado de lo que realizó en ese lugar, la sustitución y la imputación. Cuando Jesús sustituyó se implica que representó a alguien. Por ejemplo, Jesucristo murió sustituyendo a otros que debían padecer el pago por su pecado. Es por eso que decimos que Jesús sufrió una muerte vicaria, sustitutiva. El castigo de nuestra paz recayó sobre él (Isaías 53:5), Cristo es nuestra pascua (1 Corintios 5:7), cuyo cuerpo partido fue por sus discípulos (Lucas 22:19-20) (y por los que habrían de creer por la palabra de ellos -Juan 17:20), no partido por el mundo en general por el cual no rogó (Juan 17:9). Sabemos que Dios no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros (no dice por todo el mundo); quien alejó el pecado de nosotros por su propio sacrificio. Cristo me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gálatas 2:20). Son abundantes los textos que refieren a una sustitución por nosotros (su pueblo) y dejan por fuera a los que nunca han sido ni serán sus ovejas.
Hay quienes procuran objetar la multitud de referencias a la sustitución particular de Jesús en la cruz y colocan un verso extraído de la Biblia que aparenta sugerir lo opuesto. El mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero (1 Juan 2:2). Acá sucede lo mismo que con la palabra mundo o con el término todos. Solamente el contexto es capaz de aclarar su aparición. Empecemos por decir que si el verso citado de Juan habla de la expiación universal, entonces todos los demás textos están equivocados. Habría que corregirlos o tal vez rechazarlos, en especial aquel que el propio Juan también escribió: que Jesús no rogó por el mundo sino solamente por los que el Padre le había dado.
Sin embargo, eso no frenaría la contradicción y sabemos por principio general que la Escritura no se contradice. Entonces, Juan no está hablando de expiación universal, sino colectiva. Recordemos que así como Pablo fue el apóstol de los gentiles, Juan lo era de los judíos. Su iglesia estaba compuesta fundamentalmente de judíos conversos, por lo cual escribió que el sacrificio de Jesucristo se hizo no solamente en favor del pueblo judío escogido (pues no todos ellos fueron creyentes), sino que además se incluía al resto del mundo (el mundo gentil creyente).
Sabemos que era natural para los judíos hablar separadamente de ellos en relación con el resto del mundo; esta costumbre también la tenía el pueblo romano, quien se daba el lujo de tener dos tipos de Derecho: el ius romano y el ius gentium (el Derecho romano y el Derecho de Gentes). Con uno de ellos juzgaban a sus ciudadanos, pero con el otro al resto de las gentes, al resto del mundo. Juan el Bautista bautizaba con agua, y toda Jerusalén se iba tras él a bautizarse, pero allí no acudieron Herodes ni su familia, ni la mayoría de los fariseos o saduceos, ni muchos más; sin embargo, la expresión bíblica habla de esa manera, de un todo colectivo, no distributivo. Hoy día nosotros decimos frases semejantes, como que la ciudad llenó todo el estadio de fútbol, o toda la plaza de toros. Son expresiones comunes que no denotan jamás la literalidad de sus palabras. La noticia la sabe todo el mundo es una frase hiperbólica, exagerada, con el fin de llamar la atención.
Por lo expresado espero quede claro que en la Biblia aparecen tropos y figuras del lenguaje que no siempre denotan la literalidad de sus palabras, sino que connotan de acuerdo al contexto en que aparecen. La imputación hace referencia a un cargo legal a la cuenta de otro. De esta forma, la Biblia nos asegura que todos los pecados de algunos pecadores, junto con su culpa y condena, fueron cargados (imputados) a la cuenta de Jesucristo. Jesucristo fue hecho pecado por nosotros (Gálatas 3:13), Cristo cargó el pecado de muchos (Hebreos 9:28), cargó en su cuerpo nuestros pecados en la cruz (1 Pedro 2:24) y llevó el pecado de muchos (Isaías 53:4-12).
La expiación del evangelio y la expiación universal.
Dos enfoques diferentes se levantan en torno a la expiación; uno es el pregonado por el evangelio, el otro el anunciado por los falsos maestros cuya doctrina es torcida para poder presentar su imitación. Un texto favorito de los seguidores del falso Jesús es el que menciona igualmente el apóstol Juan, en referencia a lo que anunciaba Juan el Bautista: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). ¿Cuál mundo? El mundo que el Padre amó de tal manera que envió a Su Hijo a morir por él, no el mundo de Esaú ni de los réprobos en cuanto a fe, no el mundo de Judas ni de los que adorarán a la Bestia, no el mundo por el cual el Hijo de Dios no rogó (Juan 17:9). Cristo quita nuestro pecado tan lejos como está el Oriente del Occidente, de la misma forma como estuvo representado en el Antiguo Testamento, cuando una de las cabras era enviada fuera del campamento con el pecado del pueblo de Israel y no del resto de los habitantes de la tierra.
Jesús le dijo a un grupo de personas: en vuestros pecados moriréis (Juan 8:21), dando a entender que no quitaba esos pecados del mundo (Juan 6:36). De nuevo el contexto es el que permite comprender el sentido y la extensión de la frase de Juan.
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo también daré por la vida del mundo es mi carne (Juan 6:51). Una vez más, ¿cuál mundo? Sabemos que no siempre esa palabra significa lo mismo, sino que resulta obvio que en la Biblia el contexto de aparición hace la diferencia, pues si Jesús no rogó por el mundo la noche antes de su crucifixión, si dijo que se iría y que muchos morirían en sus pecados, entonces no quitó el pecado de todo el mundo ni dio su vida por todo el mundo. Simplemente habla del amor del Padre por el mundo de sus escogidos, de poner su vida por el mundo de los que el Padre le dio, de quitar el pecado de su pueblo (Mateo 1:21).
La reconciliación.
Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación (2 Corintios 5:18-19). De nuevo un texto que puede ser escogido por los que tuercen las Escrituras, ya que se habla de la reconciliación de Jesucristo hecha por el mundo sin tomarle en cuenta sus pecados. Sin embargo, aparte de los distintos significados del vocablo mundo que ya conocemos, en el mismo enunciado encontramos la referencia final, cuando Pablo anuncia que nos encargó a nosotros (no al mundo) la palabra de la reconciliación. Porque si Cristo ya reconcilió al mundo por el cual no rogó la noche previa a su crucifixión, no tiene sentido que no le encomiende igualmente a él la palabra de la reconciliación.
Dios dibujó el esquema reconciliatorio, propuso el método de reconciliación, con pensamientos de paz y no de mal, para darnos el fin que esperamos. Pero ¿quiénes esperamos tal reconciliación? Precisamente los mismos que él amó desde la eternidad y llamó en el tiempo, los cuales predestinó para justificación y glorificación. ¿Fue Judas Iscariote reconciliado con Dios? En ninguna manera, pues la Biblia lo llama el hijo de perdición, mucho antes de que entregara al Señor y a pesar de que participaba de la compañía apostólica como uno más de ellos. Pero todo ello fue de tal forma realizado para que la Escritura se cumpliese.
Reconciliando al mundo no hace referencia a todos los individuos de la humanidad, ya que no todos ellos están en Cristo y muchos mueren siendo sus enemigos. No todos están interesados en la bendición de la no imputación de sus pecados, no todos creen en su nombre. Los que estaba reconciliando en el tiempo o en la historia son sus elegidos desde la eternidad, los mismos que representó en la cruz. De nuevo cabe acotar que muchas veces se habla del mundo en referencia a los gentiles; los gentiles son las gentes, como una referencia de personas no judías.
En Romanos 11 Pablo habla del futuro de Israel y lo contrapone con el mundo: Por el tropiezo de los israelitas vino la salvación a los gentiles, lo cual es la riqueza del mundo (fijémonos cómo el apóstol iguala el término gentiles a mundo). De inmediato dice: a vosotros hablo, gentiles, pues el extrañamiento de ellos (los israelitas) es la reconciliación del mundo ... (Romanos 11:11-15). Este es el sentido del texto, que ningún hombre es mirado como reconciliado por su ascendencia, sea judío o gentil, sino en tanto sea una nueva criatura (alguien que haya nacido de nuevo, por voluntad de Dios y no de hombre). Nos concierne entonces tanto el evangelio de la reconciliación como el ministerio de la reconciliación, por lo tanto se ha cantado la bendición de los que llevan el evangelio de la paz.
Síntesis.
La sustitución e imputación que hizo Jesucristo en la cruz, se hizo de una vez y para siempre, y fueron actos declarados consumados. Esa fue la obra que el Padre le dio al Hijo, que se traduce como la reconciliación del mundo, de ese mundo que amó de tal manera que entregó a Su Hijo por él. El mundo por el cual Jesús no rogó no es el mismo mundo por el cual murió; el mundo que Dios no ama y del cual nos ha dicho que no amemos, no es el mismo mundo cuyo pecado el Hijo expió, cuyo castigo imputó y de quien él fue el sustituto en el madero.
Sin embargo, como no puede haber ninguna jactancia, ya que lo que es de gracia no es por obras, se nos ha dicho para que recordemos que todos hemos sido hechos de la misma masa (Romanos 9), pero con diferentes destinos. El que Dios haya amado a Jacob antes de que hiciera bien o mal, o el que haya odiado a Esaú antes de que hiciera bien o mal, es un asunto de Su propia incumbencia. No nos toca a nosotros suponer que tal designio es injusto. Esa es tarea del objetor o de los objetores contemporáneos, para lo cual fueron también destinados. A nosotros nos toca repetir con Jesucristo sus palabras: Sí Padre, porque así agradó (Mateo 11:26).
César Paredes

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