viernes, 26 de diciembre de 2014


Cuando estaba en la universidad me costaba mucho el ser santo y el ser divertido. Claro, los que mejor me conocen pudieran preguntarse si soy un experto con alguna de estas virtudes. Pero permanezca conmigo por un momento. Antes solía tener la idea de que santidad era sinónimo de solemnidad forzada. Como consejero de campo recuerdo haberme quedado en el "círculo de afirmación" al final del verano para recibir ánimo de nuestros compañeros. Las personas tranquilas, reservadas eran llamadas como "santas" y "reverentes", mientras que las que hacían reír a los niños recibían elogios tales como "divertidos" y "locos". Nadie, que yo sepa, era santo y loco. Por supuesto, sé que mi humor no siempre ha sido edificante, y que la locura de la universidad puede ser definitivamente profana.


Pero tenemos que dar fin a la suposición tácita de que la santidad habita en un tipo de personalidad. La santidad no es un temperamento. No se trata de una seriedad forzada ni una religiosidad fingida. Usted puede ser divertido o aburrido, silencioso o ruidoso, enérgico o contemplativo, divertido o pensativo, y aun así estar lleno de amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad y todas las otras bondades. ¿Sabemos realmente si Cristo era sanguíneo, melancólico, colérico o flemático? Tal vez el Espíritu misericordiosamente contuvo de nosotros mucho del temperamento de nuestro Señor para que, de este modo, nosotros divinizáramos la Persona y no la personalidad. El vacío en nuestra santidad no está relacionado con que nos falte seriedad patológica en la iglesia, sino más bien, que no tomamos lo suficientemente serio el llamado inspirador y la gozosa posibilidad de ser más como Jesús. Kevin DeYoung es el Senior Pastor de University Reformed Church en East Lansing, Michigan. Está casado con Trisha y tienen 5 niños pequeños.
​Kevin DeYoung es el Senior Pastor de University Reformed Church en East Lansing, Michigan. Está casado con Trisha y tienen 5 niños pequeños.


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