jueves, 8 de enero de 2015

Soy vil

Soy Vil
Esto no fue dicho por Caín en un momento de remordimiento después de haber asesinado a Abel; tampoco por Judas después de haber traicionado al Salvador poniéndolo en manos de sus enemigos; en cambio, esta es la expresión de uno de quien Dios dijo: “no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:8) ¿Era justificable que Job use tal lenguaje fuerte de auto-desprecio? Y si lo fue ¿Son los cristianos de hoy justificables de hacer eco del mismo lenguaje?
¿Cuándo fue que Job declaró “He aquí que yo soy vil”? Fue cuando el Señor se apareció a él y le dio una revelación asombrosa de Sus propias perfecciones maravillosas. Fue cuando él se paró en la toda-penetrante luz de la inmaculada santidad de Dios que le hizo darse cuenta de algo de Su gran poder. ¡Ah! Cuando un alma es verdaderamente traída a la presencia del Dios Vivo, la jactancia se acaba, nuestra hermosura se convierte en corrupción (Dn 10:8) y clamamos “Ay de mi, que soy muerto” (Isa 6:5) Cuando Dios hace al alma una revelación personal de Sus perfecciones maravillosas, aquella persona queda convencida, de manera efectiva, de su propia condición miserable. Cuanto más se nos da a discernir de la gloria inefable del Señor, tanto más nuestra auto-complacencia se marchita. Es en la luz de Dios que, y solo en ella, “veremos la luz” (Sal 36:9) Cuando Él brilla en nuestros entendimientos y corazones, y trae a la luz, “lo oculto de las tinieblas” percibimos la absoluta corrupción de nuestra naturaleza, y es abominable ante nuestros propios ojos. Mientras nos midamos por nuestros propios semejantes, nosotros, muy probablemente, tendremos el más alto concepto de nosotros mismos (Ro 12:3), pero cuando nos medimos por los requerimientos santos de la naturaleza de Dios, vamos a clamar “soy polvo y ceniza” (Gn 18:27) El verdadero arrepentimiento cambia la opinión que un hombre tiene de sí mismo.

Escrito por A.W. Pink (1886 – 1952)

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