martes, 27 de enero de 2015

La cesación de los dones revelacionales

Decidí escribir mi monografía para presentar al final de mi curso sobre el asunto de la cesación de los dones revelacionales. De forma introductoria, y un poco para organizarme a mí mismo, escribí este artículo sobre el tema.
Hoy estaba discutiendo en un grupo en Facebook sobre el asunto y decidí publicar el artículo. Espero sugerencias, contribuciones y críticas para poder mejorarlo.

INTRODUCCIÓN

Según Richard Gaffin Jr., ninguna controversia tiene afectado más a la iglesia desde los años 60 del siglo pasado, que la continuidad o cesación de los dones del Espíritu (1979, 9).
Hoy, a diferencia de lo que pasaba algunas décadas atrás, existe un movimiento dentro de las iglesias reformadas que defiende la continuidad de los dones revelacionales. John Piper, Wayne Grudem, y otros, han sido los estandartes de esta posición. Ellos también son los modelos de lo que hoy es conocido como el “Nuevo Calvinismo”, una forma de entender el calvinismo que tiene como uno de sus puntos característicos creer que los dones revelacionales son actuales también. Este movimiento es el movimiento religioso que está creciendo más rápidamente en Estados Unidos, y sin dudas, está comenzando a surgir también en Brasil.
En este trabajo trataré algunos aspectos importantes acerca de esta discusión. En primer lugar definiré lo que la posición cesacionista acepta y luego trabajaré tres conceptos que son importantísimos para esta visión: Revelación, Profecía y Lenguas. Terminaré con un breve comentario acerca de la posición de la Confesión de Fe de Westminster con relación a la cesación de los dones revelacionales.

I. DEFINICIÓN DE CESACIONISMO

Cuando se habla de cesacionismo muchas personas tienden a pensar que estamos hablando de la cesación de la obra del Espíritu Santo en la vida de la iglesia. Nada está más lejos de esa representación de la posición reformada acerca de la obra del Espíritu Santo. Juan Calvino, el teólogo que dio el marco teórico para la teología reformada es conocido como el teólogo del Espíritu Santo por el gran énfasis que daba a la obra de la Tercera Persona de la Trinidad.
El debate entre el cesacionismo y el continuismo se refiere específicamente a los dones revelacionales y no a la obra del Espíritu Santo. El cesacionismo no coloca al Espíritu Santo encerrado en una caja, como opinan algunos, sino que enmarca su obra en los padrones que la Escritura afirma que actuará. Richard Gaffin Jr. dice que
Las Escrituras, vistas en su totalidad, enseñan que el Espíritu, según su soberanía, prefirió circunscribir su actividad y estructurarla según los padrones revelados. Esos padrones, y no lo que el Espíritu Santo pueda más allá de ellos, deben ser el enfoque y modelo de las expectativas de la iglesia hoy. (GRUDEM 2003, 25)
Este debate se relaciona con la contemporaneidad de los dones revelatorios. Los cesacionistas niegan la existencia de estos dones en la vida de la iglesia de hoy, los continuistas la afirman. Robert L. Reymond define brevemente lo que es el cesacionismo. Él afirma que
Esta posición asume que los dones revelacionales encarnados en los órganos de revelación (apóstol, profeta, glosolalista y traductor) – tan prominentes en la vida de la iglesia del primer siglo – desapareció de la vida de la iglesia cuando se completó el canon escriturado. (1998, 84).
El cesacionismo, entonces, niega que Dios aún de dones por medio de los cuales Él busque revelarse. Otra forma de llamar a estos dones es de dones de expresión verbal. Gaffin Jr. hace una lista y afirma que ellos son: la profecía y su avaluación, la variedad de lenguas y su interpretación, la palabra de sabiduría y la palabra de conocimiento. (GRUDEM 2003, 44). Son estos los dones que el cesacionismo niega que existan en la vida de la iglesia de hoy.

II. REVELACIÓN

Ya que afirmamos la cesación de los dones revelacionales debemos definir lo que entendemos por revelación y qué entendemos cuando afirmamos que la revelación cesó.
Revelar, básicamente, es dar a conocer algo. Aplicando el término a la teología, entendemos que la revelación es “el medio por el cual Dios se hace conocido a los pecadores que viven sin esperanza, perdidos y separados de su Hijo, el Señor Jesucristo” (Robertson 1999, 59–60). Otra definición dice que
el término ‘revelación’ significa intrínsecamente la exposición de aquello que anteriormente era desconocido. En la teología judeo-cristiana, el término es usado primariamente para la comunicación de la verdad divina de Dios para el hombre, o sea, Su manifestación de Sí mismo y de Su voluntad. (ELWELL 1990, III:299)
Cuando afirmamos que la revelación cesó apuntamos para el hecho de que el propósito de la revelación se cumplió. Dios reveló de forma completa su verdad al hombre. El autor de Hebreos afirma esa cesación del proceso revelacional cuando dice que antes Dios se reveló de diversos modos y que ahora lo hace por medio del Hijo. Robertson observa que
El último nivel de la historia humana finalmente llegó, él [el autor de hebreos] asevera que Dios ahora habló definitivamente por medio de la incorporación de toda la verdad en la persona de su Hijo (Hb. 1.1). Hasta donde la presente forma de la existencia humana dice respecto, ¡el fin ya llegó! ¡El albo de la revelación fue alcanzado! […] Es en ese contexto de la llegada de la “plenitud de los tiempos”, como fue planeado por Dios, que la cuestión del fin de la revelación debe ser visto (1999, 60).
Esta cesación del proceso revelatorio no significa que Dios dejó de revelarse al hombre. Él continúa revelándose de forma general por medio de la creación, la providencia, la luz de la naturaleza, y de forma especial a Su iglesia por medio de Su Palabra. Significa también que toda otra forma de revelación especial dejó de acontecer. Calvino afirma esta cesación de la revelación, en Cristo, en su Institución
Por esta razón se nos indica y describe en las Escrituras el tiempo en que nos encontramos, con las expresiones: la última hora, los últimos días, los últimos tiempos (1 Jn. 2, 18; 1 Pe.1, 20), a fin de que ninguno se engañe con la vana esperanza de alguna nueva doctrina o revelación. Porque “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Heb. 1, 1-2), el cual solo nos puede manifestar al Padre (Lc.10,22), y lo ha hecho realmente en cuanto nos convenía, presentándosenos como un espejo en el que poder contemplarlo (l Cor. 13,12). (IV. 18.20).
Y también
Queda, pues, por inconcuso y cierto que con la perfección de su doctrina ha puesto fin a todas las profecías; de tal manera que todo el que no satisfecho con el Evangelio pretende añadir algo, anula su autoridad. Porque la voz que desde el cielo dijo: “Este es mi Hijo amado; a él oíd” (Mt.3,17; 17,5), lo elevó con un privilegio singular por encima de todos los demás. De la Cabeza se derramó esta unción sobre sus miembros, como lo había profetizado Joel “y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas” (Jl. 2, 28).
Respecto a la afirmación de san Pablo, que Jesucristo nos ha sido dado “por sabiduría” (1 Cor. 1, 30), y en otro lugar, que en Él “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y conocimiento” (Col. 2, 3), su sentido es un poco diverso del argumento que al presente tratamos; a saber, que fuera de Él no hay nada que valga: la pena conocer, y que cuantos comprenden mediante la fe cómo es Él, tienen el conocimiento de la inmensidad de los bienes celestiales. Por ello el Apóstol escribe en otro lugar acerca de sí mismo: “me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Cor. 2, 2): porque no es lícito ir más allá de la simplicidad del Evangelio. Y la misma dignidad profética que hay en Cristo tiende a que sepamos que todos los elementos de la perfecta sabiduría se encierran en la suma de doctrina que nos ha enseñado. (II.15.2).
Calvino deja claro que con la llegada de los últimos tiempos, con Cristo, se hace innecesaria a continuidad del proceso revelatorio. Las profecías encuentran su cumplimiento en Él. La revelación se encierra en Él.

III. PROFECÍA

Ya que mencionamos que el cesacionismo a la idea de que Dios aún continúe revelándose por medio de los antiguos modos, debemos trabajar el concepto de profecía en la Biblia, pues es uno de los medios más importantes que Dios usó, y es también uno de los dones que los continuistas argumentan que aún existen y son necesarios para la vida de la iglesia.
Al contrario de lo que muchos piensan, la profecía no debe ser definida como predicción del futuro, sino que como una “proclamación de una revelación divina que ocasionalmente puede también envolver la predicción de eventos futuros.”(ROBERTSON 1999, 8). Esto es importante para afirmar la continuidad o cesación de la profecía hoy, pues quien quiera afirmar que profetiza no sólo debe afirmar que hizo una predicción del futuro sino que también debe reconocer que lo hizo experimentando una revelación directa por parte de Dios.
El movimiento profético en la Biblia comienza con Moisés y en ese periodo alcanza su auge. Del profetismo en Moisés podemos aprender que el profeta es un medio usado por Dios. En Éxodo 7:1-2 Dios coloca a Aarón como profeta de Moisés, Aarón tendría la misma autoridad que su hermano en su representación. En Éxodo 4:15-16 vemos como el profeta recibe no sólo las ideas o pensamientos, sino que las palabras. El profeta es la “boca” de quien habla por medio de él. Deuteronomio 18 describe como cualquier cosa que substituya a palabra revelatoria de Dios debe ser completamente rechazada. También es importante aquí que Moisés dice en el versículo 15 que Dios mismo suscitará un profeta como él, refiriéndose a Cristo.
En el Nuevo Testamento se repite, después de muchos años, la experiencia profética. En pentecostés se cumple la profecía de Joel de que con la llegada de los últimos tiempos Dios derramaría su Espíritu y se cumpliría lo dicho en Números 12:6 “Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él.” Así, Knight III afirma que en el Nuevo Testamento, profetizar es “la capacidad de hablar las palabras que Dios da a aquel quien las profetiza” (1998, 11). El fenómeno veterotestamentario continúa en esencia siendo igual en el Nuevo Testamento. El profeta continúa entregando revelaciones acerca de Dios y venidas directamente de Dios por medio de la boca del profeta. Profetizar, profeta y profecía son tres conceptos que siempre están juntos. Si deja de haber una de ellas, las otras también dejan de existir. Si se deja de profetizar, deja de haber profecía y profetas.
Es por esto que creemos que el don de profecía no es un don contemporáneo. El autor de Hebreos afirma que fue en el pasado que Dios habló por medio de los profetas. La profecía dejó de tener sentido después de su cumplimiento en Cristo. El periodo apostólico fue un periodo único en la historia de la iglesia, por eso “todas las exhortaciones del Nuevo Testamento relacionadas a la profecía no son más prescriptivas para nosotros que vivemos después del periodo fundamental de los apóstoles y profetas, el cual ya cesó.” (Knight III 1998, 30).

IV. LENGUAS

La mayoría de los teólogos y pastores reformados no negaría que la profecía acabó. Pero muchos están abiertos a la posibilidad de la continuación del don de lenguas porque, según ellos, hablar en lenguas no hiere el principio deSola Scriptura. Pero si entendemos que el don de lenguas es, bíblicamente, un medio revelacional deberíamos también rechazar su continuidad.
En el Nuevo Testamento sólo dos libros hablan acerca del asunto: Hechos y 1 Corintios. La primera referencia en el Nuevo Testamento al aparecimiento de este don está en Hechos 2, donde se relata el descenso del Espíritu Santo en pentecostés. Es interesante en este relato que Lucas hace, que Pedro explica el fenómeno visible del hablar en lenguas citando un texto de Joel donde no habla de lenguas en sí, sino que de profecía. Este hecho nos lleva a pensar que lenguas y profecía están unidas.
Las lenguas interpretadas son equivalentes a la profecía […] Si la profecía es un don revelacional (como la evidencia bíblica de los dos Testamentos parece apoyar), y las lenguas interpretadas son equivalentes a la profecía, entonces las lenguas también deben ser entendidas como un don revelacional. (ROBERTSON 1999, 33)
Esto es claro en 1 Corintios 14:2, donde Pablo dice: “Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios.” El término misterio en el Nuevo Testamento tiene un significado muy específico y contrario a la idea común. Misterio significa algo que era desconocido pero que está siendo dado a conocer (ROBERTSON 1999, 29). Siempre es algo que fue revelado. Siendo así, lo que Pablo afirma es que quien habla en lenguas está revelando algo. El contenido de lo hablado es revelación, y aunque los hombres no lo entiendan, porque no está hablando en la lengua común del pueblo, el que habla en lenguas está profetizando. Es por eso que Pablo pone énfasis en la necesidad de la interpretación de lo que se habla en lenguas.
Con relación a lo anterior, también debemos afirmar que las lenguas eran idiomas extranjeros. El relato de Hechos 2 lo deja muy claro. Lucas dice
Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. (Hch 2:4-6)
Las personas que no eran naturales de Jerusalén, que no hablaban hebreo, consiguieron entender los que los discípulos estaban hablando, y lo entendieron en sus propios idiomas. Los relatos que siguen en Hechos y que muestran el descenso del Espíritu manifestándose por medio de las lenguas sigue el mismo padrón.
Cuando el fenómeno es relatado aconteciendo en Corinto tiene la misma idea. Pablo usa en 1 Corintios 14 una cita de Isaías 28:11-12 que claramente habla de lenguas extranjeras para explicar su uso.
Para finalizar, es importante también mencionar que el Nuevo Testamento el don de lenguas, como todos los dones, tienen el propósito de fortalecer la iglesia y no la personalidad de cada uno. Las lenguas eran para uso público. “Las lenguas privativas no son las lenguas del Nuevo Testamento. Si las lenguas son un don para la iglesia, ellas deben ser pronunciadas en público para que la iglesia sea edificada.” (ROBERTSON 1999, 45).

V. EL ARGUMENTO DE LA CONFESIÓN DE FE DE WESTMINSTER

La Confesión de Fe de Westminster (de ahora en adelante CFW) es el padrón confesional de la mayoría de las iglesias presbiterianas en el mundo. Cuando un miembro de estas iglesias es ordenado para ser diácono o presbítero debe hacer votos donde promete obedecer estos padrones. La Iglesia Presbiteriana de Brasil, por ejemplo, coloca en su Manual Litúrgico la siguiente pregunta que se debe hacer al candidato al momento de la ordenación de ministros del Evangelio “¿Usted recibe y adopta sinceramente la Confesión de Fe y los Catecismos de esta iglesia, como fiel exposición del sistema de doctrina, enseñado en las Santas Escrituras?”(1992, 127). A esto el candidato debe responder afirmativamente.
El capítulo Uno de la CFW habla acerca de la Escritura. Su primer párrafo habla específicamente de la Necesidad de la Escritura. Este párrafo es importantísimo al discutir el asunto de la continuidad de los dones revelacionales en la teología reformada, en él se afirma que
Aunque la luz de la naturaleza y las obras de la creación y la providencia manifiestan la bondad, la sabiduría y el poder de Dios, de tal manera que deja al hombre inexcusable; aún no son suficientes para dar ese conocimiento de Dios y su voluntad, que es necesario para la salvación. Y después, para el mejor mantenimiento y propagación de la verdad y para el mayor establecimiento y consuelo de la Iglesia contra la corrupción de la carne y de la malicia de Satanás y del mundo, le plació dejar totalmente esta revelación por escrito, cuál hace la Santa Escritura de ser lo más necesario; esos maneras anteriores de Dios revelando su voluntad a su pueblo ahora ya han cesado.
Los autores de la CFW afirman que Dios se revela de forma natural y universal por medio de la “luz de la naturaleza”, lo que Calvino llama desensus divinitatis (sentimiento de lo divino), que es colocada por Dios en todos los seres humanos, las “obras de la creación”, que es la producción del universo y la providencia, que es la mantención del universo. Este conocimiento de Dios es suficiente para hacer al hombre responsable, pero no es suficiente para traer conocimiento salvífico. Después de mostrar la insuficiencia de la revelación general, la CFW argumenta a favor de la necesidad de la Escritura. Dios se reveló especialmente para Su iglesia por medio de la Escritura y ella es necesaria porque las otras formas por las cuales Dios se revelaba ya cesaron. El versículo que es usado para apoyar esta última clausula es Hebreo 1:1-2.
Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; (Heb 1:1-2 R60)
Warfield comenta que la doctrina de la necesidad de la Escritura descansa en la insuficiencia de la revelación natural y la cesación de la revelación súper natural (2003, 195–96).
Recientemente han surgido algunos teólogos que afirman que la CFW no es cesacionista, pero los comentaristas parecen estar de acuerdo en que sí lo es. Quizás el ejemplo más significativo sea el de David Dickson. El comentario de Dickson contiene las clases que él dio sobre la CFW en los primeros años de la década de 1650, es decir, antes de 10 años a partir de la publicación de la CFW en 1647. En la pregunta dos, Dickson dice “¿No erran los Libertinos y Quakers afirmando que Dios aún enseña y guía a los electos a toda verdad por medio del instinto y luz del Espíritu, sin ninguna palabra escrita?” Y responde afirmativamente. En la pregunta tres dice: “¿Entonces no erran los Entusiastas y Quakers, que mantienen que el Señor no ha cesado de revelar su voluntad como lo hizo con los antiguos?” Y también responde afirmativamente (DICKSON 2007, 2–3).
Un comentarista más reciente, Wayne R. Spear, también afirma el cesacionismo en la CFW. Comentando el primer párrafo afirma
Una segunda razón para la necesidad de la Escritura es que elproceso de revelación a través de profetas y apóstoles terminó cuando éste alcanzó su clímax en Cristo. Por eso es a la Biblia donde debemos mirar si deseamos conocer a Dios. (2006, 13)
Y acerca del sexto párrafo del mismo capítulo, él dice
La Confesión también alerta sobre “nuevas revelaciones del Espíritu”, porque apelar a ellas implica que la revelación de Dios en la Escritura es menos que completa. La doctrina de la suficiencia de la Escritura nos guarda de la enseñanza confusa e no bíblica de la llamada “Tercera Onda” en el Cristianismo de hoy. (2006, 15).
Alexander A. Hodge coincide al afirmar el cesacionismo. Él dice que esta sección de la CFW afirma que
Consecuentemente, plugo a Dios, en su gracia soberana, en diversos tiempos y diferentes formas, hacer de sí mismo y de sus propósitos una revelación supernatural a una porción escogida de la familia humana. Y que-
Plugo a Dios, subsecuentemente, entregar esa revelación para ser escrita, la cual se encuentra ahora, exclusivamente, circunscrita en las Escrituras.(2008, 53).
Finalmente, Robert Shaw afirma que “bajo la nueva dispensación, Dios ha completado totalmente la revelación de su voluntad por medio de su Hijo, y ninguna nueva revelación deber ser esperada hasta el fin del mundo,” (1973, 6).
Concluimos junto con los comentaristas de la CFW que ella es un documento cesacionista. Quien no acepta el cesacionismo no acepta la CFW y viceversa.

CONCLUSIÓN

A lo largo de este trabajo he mostrado que el cesacionismo no es una doctrina que encierre a Dios dentro de una caja donde no puede moverse libremente, sino que es la aplicación del padrón que Dios mismo anunció acerca del proceso revelacional. Dios quiso revelarse al hombre de distintas formas que iban a encontrar su cumplimiento y fin en la venida de Cristo.
Si la revelación tiene el objetivo de darnos conocimiento acerca de Él, el proceso acaba con Él. Dios deja de revelarse por medio de profetas y pasa a revelarse especialmente a Su iglesia por medio de la Palabra escrita.
Vimos que revelación está unida con profecía y que lenguas es simplemente una forma equivalente de profecía, por lo que acabando la revelación, también acaba la profecía y el don de lenguas.
Los temas abarcados en este trabajo pueden ser trabajos con mucha mayor profundidad y dedicación, ese trabajo ayudará a un mejor entendimiento bíblico acerca de los dones del Espíritu Santo para la iglesia.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

DICKSON, David. 2007. Truth’s Victory over Error. Edinburgh: Banner of Truth.
ELWELL, Walter A. 1990. Enciclopédia Histórico – Teológica da Igreja Cristã. Vol. III. III vols. Vida Nova.
GAFFIN JR., Richard B. 1979. Perspectives on Pentecost. P & R Publishing.
GRUDEM, Wayne, ed. 2003. Cessaram os dons espirituais? São Paulo: Vida.
HODGE, Archibald Alexander. 2008. Confissão de Fé de Westminster Comentada. Os Puritanos.
IGREJA PRESBITERIANA DO BRASIL. 1992. Manual Litúrgico. São Paulo: Casa Editora Presbiteriana.
KNIGHT III, George W. 1998. A Profecia no Novo Testamento. Editora Os Puritanos.
REYMOND, Robert L. 1998. A New Systematic Theology Of The Christian Faith. Nelson Reference.
ROBERTSON, O. Palmer. 1999. A Palavra Final. Editora Os Puritanos.
SHAW, Robert. 1973. The Reformed Faith. Inverness: Christian Focus Publications.
SPEAR, Wayne R. 2006. Faith of our Fathers. Pittsburgh: Crown and Covenant.
WARFIELD, Benjamin B. 2003. The Westminster Assembly and its Work. The Works of Benjamin B. Warfield VI. Grand Rapids: Baker Books.

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